Quizás si pudiera desenredar mi lengua lograría desenredar también mis dedos, mis ideas fluirían y los nudos de las madejas de lana no serían tan difíciles de desatar. Quizás, también, se me solucionaría el eterno dilema de sufrir nervios y querer elogios, de cantar alto y temblar mucho, de tener frío y querer usar vestidos.
Quizás, podría escribir sin necesidad de hacer frases nada más porque me gusta como suena una posibilidad rondándote.