Y, a pesar de todo, sobrevives.
Te llegan los martillazos, el llanto desgarrador, las náuseas, la pérdida de estabilidad una y otra y otra vez. La vida cuesta arriba. Eres Sísifo y la piedra a la vez.
Pero te canta el día, te arrullan las noches. Te consuelan las palabras y los abrazos. La vida, también, te da un pequeño vistazo de lo que puede llegar a ser.
Y sobrevives.