No conectado.

Las horas se le hacen interminables, el día no parece acabar nunca y los hospitales le parecen cada vez menos agradables; porque lo mantienen lejos de ella.

Parece que cada vez hace más frío; el otoño le recuerda cuanto le gusta el calor y lo mucho que le agrada sentir el viento refrescando su cara, por mucho que le revuelva todos los cabellos. Las manos pasan frías, porque nunca ha sido buena manteniendo el calor, es por eso que le gustan tanto los abrazos. A pesar de todo le mira lo hermoso a la vida, y no puede evitar maravillarse con los colores de las hojas en el viento, los crepúsculos tempranos y los niños que la miran sonrientes cuando camina hasta su casa por las tardes.

Hay ocasiones en que se siente demasiado ansiosa, con terribles ganas de hacer algo, pero sin saber qué en realidad. Pareciera que se desespera, dando vueltas de un lado a otro pensando simplemente, tratando de no destrozarse los dedos como cada vez que se pone nerviosa. Intenta esperar, por él, por ellos.

Cada ciertos minutos se recuerda sonreír, porque sabe lo mucho que su sonrisa le agrada; y de esa manera también recuerda momentos menos angustiantes, momentos con Don't Dream It's Over sonando de fondo.

John le canta, le dice que siga el sol, que tome canciones tristes y las mejore, le habla sobre hombres de ningún lugar. Ella se siente un poco mejor, porque la música es su refugio, la ayuda a imaginar, a fantasear; en el fondo le fascina dejar volar su mente, así escapa de la realidad y puede resistir. Y si ni siquiera eso la ayuda, se sienta un rato frente al piano y toca, porque sabe que en realidad son dos pares de manos las que acarician las teclas.

Y por mucho que haga frío, que el otoño parezca invierno y cuatrocientos resfriados la ataquen gracias a su mala suerte... Su ventana va a seguir abierta, esperando... paciente.

Porque su corazón le susurra a cada rato que en cualquier momento va a regresar a ella.