Era un cambio curioso.
No sabía qué le descolocaba más, si la sensación de tener que estar viviendo otra hora del día y ver todo oscuro o el hecho de que hubiera nieve agolpándose en cada ventana; quizás era aún más rara la compañía, pero no quería pensar en aquello. Tratando de asegurarse de la realidad de su situación, decidió aferrarse con más fuerza a su tazón de chocolate caliente. La persona sentada frente a ella alzó las cejas con aire divertido, sus pecas doradas brillando con el danzar del fuego en la chimenea.
—Deberías aprovechar el tiempo en algo más productivo que el preguntarte si en verdad estás aquí —le dijo. Sólo en ese momento se dio cuenta de cuánto había extrañado aquella pizca traviesa que siempre adornaba sus palabras.
—Perdona si no estoy saltando de felicidad, señorita "aprovecha el tiempo", creí que había dejado de lado estas cosas, ¿sabes? —suspiró con el ceño fruncido y decidió que tal vez sería más digno mirar el fuego en lugar de aquellos ojos verdes que parecían leer cada rincón de su alma—. Tú por tu lado, yo por el mío... Creo que las cosas son menos complicadas de ese modo.
—Oh, lo son. Nunca he dicho que las cosas sean más sencillas cuando nosotros estamos involucrados. Pero comúnmente las cosas complicadas son las que separan una vida común de una remarcable. Y yo sé que tú no quieres una vida común.
—Tal vez ahora la quiera —respondió en un murmullo atropellado, sintiendo la necesidad de defenderse de aquellas palabras acusadoras.
Por el rabillo del ojo pudo ver como la otra persona sonreía. Una parte de ella tuvo que resistir las ganas de empaparle la cara con lo que quedaba del chocolate. Sería lindo, se dijo, combinaría bien con su nuevo color de pelo.
—¿Tú? —dijo la chica—. ¿Estamos hablando de la misma persona? Podrás tratar de convencerte de muchas cosas ahora, Astérie, pero esa definitivamente ni siquiera podrías creértela tú.
—No trates de darme ese tipo de sermones. ¿Estoy hablando yo con la misma persona? ¡Mírate! —se puso de pie y la señaló, airada—. Si tienes los mismos ojos no creo que sea más que coincidencia.
En lugar de sentirse intimidada por sus reclamos, la otra muchacha se puso de pie también; su cabello rojo parecía cambiar de tonalidad en la penumbra del fuego. Su nueva altura era imponente, pero su acompañante no retrocedió ni un centímetro. Si algo le quedaba de todos los años de conocerla, a pesar de los acontecimiento ocurridos en el último tiempo, era el tener las agallas para hacerle frente.
—¿Es eso lo que te molesta? ¿Que me vea distinta? —la luz del fuego parpadeó por un instante, al siguiente ya no estaba frente a ella la esbelta pelirroja, sino el rostro familiar de su amiga de la infancia. Ni siquiera mostró sorpresa debido al enfado que le invadía en aquel momento—. ¿Esto quieres? O quizás te sientas más cómoda si ni siquiera me puedes reconocer.
La habitación se oscureció una vez más. Cuando la luz volvió, se encontró frente a un hombre de su edad, el rostro contraído con furia de la misma forma que la chica que antes había ocupado su lugar. Dio un paso hacia atrás, confudida.
Algo debió haber tenido su rostro, porque la expresión del muchacho se suavizó al verle. Mientras le miraba, una especie de regocijo le invadió al darse cuenta que los ojos del chico conservaban el verde carácterístico de los ojos de su amiga.
—Lo siento —le escuchó decir. Pudo notar por la forma en que se movía sus intenciones de acercarse. Rápidamente alzó una mano, impidiéndole dar cualquier paso.
El silencio era tan intenso que hasta daba la impresión de que el fuego había dejado de crepitar.
—Eres rara —dijo después de unos instantes. La chica —ahora chico— frente a ella le observó con genuina sorpresa—. O raro, ya no sé... ¿Era realmente necesario esto?
El joven se revolvió incómodo, luego le frunció el ceño como si todo fuera culpa de ella; aquello le hizo sonreír un poco, como en los viejos tiempos.
—Se supone que los ángeles somos asexuados, así que no importa realmente la forma que tome. Y sabes que me gusta ser dramático.
Esperó un momento, tratando de ver si así los últimos segundos de su vida tenían algo de sentido. Al ver que no, se cubrió la cara con las manos, volvió a sentarse y rompió a reír —aunque, tal vez, sería más adecuado decir que aquello era una especie de risa/llanto nervioso que de humor no tenía mucho—.
—Astérie... —susurró el muchacho, tan suave como se le hablaría a un animal asustado. Por el espacio entre sus dedos, pudo ver que se acercaba lentamente hacia ella. Cerró los ojos con fuerza, como si esperara que con eso él —o ella; cielo santo, estúpido ángel— dejara de avanzar.
Cuando volvió a mirar, el mismo par de ojos verdes le devolvían la mirada, sin embargo, esta vez el rostro era conocido. Suspiró con genuino alivio e intentó componer la expresión más indignada que podía en aquellas condiciones.
—Si vuelves a hacer algo así —dijo, su voz temblorosa—, juro que no vuelvo a hablarte nunca más. Nunca más.
El ángel le sonrió con aquella sonrisa apenada que ella conocía tan bien. Por alguna razón, ese simple gesto le hizo reír; se acomodó en su asiento y se secó el par de lágrimas solitarias que habían escapado de sus ojos.
—Ya, perdón... —dijo la chica, acercándole otra vez la taza de chocolate —ya frío, a estas alturas— en un intento de ser amable—. Asusta lo fácil que puedes sacarme de mis casillas, pensé que con el tiempo eso iba a cambiar.
—Por favor, ¿crees que voy a dejar de hacer enfadar a mi mejor amiga así como así? Me da absolutamente igual que seas un ángel, eso no cambia nada.
Los ojos verdes de la muchacha resplandecieron con sorna mientras resoplaba.
—No te conocería como te conozco si no esperara eso de ti, tonta.
Rió flojamente y miró la nieve caer por la ventana. Todo esto le agotaba de una manera que no creía posible; los ángeles por todos lados —y que, así como iban, nunca la dejarían en paz—, los amigos que no eran amigos y las personas que nunca existieron... Ella creía que era suficiente para un buen par de vidas, el hecho de tener que lidiar con todo sola (pues finalmente, por mucho que ese ángel en particular estuviera ahí, no era mucho lo que podían hablar debido a las circunstancias) era todavía más triste. ¿Se arrepentía de haber buscando tanto a los ángeles? Probablemente no, pero de todas formas estaba muy cansada. A veces se preguntaba si no podía ser un ángel ella también para que le arrancaran el corazón y que todo esto pudiera dejar de importarle.
—Quiero que me cantes un villancico —pidió el ángel. Astérie no se había dado cuenta de todo el tiempo que habían pasado en silencio.
—¿Un villancico? Ni siquiera es navidad aún...
—Lo más probable es que tengamos sólo este momento. Por favor, cántame un villancico. El piano está ahí para ti, sé que has mejorado tocándolo.
—Preferiría una guitarra —dijo—, los villancicos suenan más personales de esa manera. ¿Cuál quieres que te cante?
—Tu favorito, el de los ángeles. Me gusta como cantas el "Gloria in excelsis Deo", pareces un ángel tú también.
Tomó una guitarra y rió un poco, luego rodó los ojos mientras afinaba las cuerdas. Por supuesto que quería que cantara ese.
—Eres rara, muy rara. Si vuelvo a visitarte será solamente por Abbey Road.
Los acordes se hicieron familiares en sus manos, el mundo desapareció y sólo fue consciente del sonido de su voz haciendo armonía con las notas. Por el más breve de los momentos pudo hacerse creer que aquella era sólo una navidad más en la vieja casa en medio del campo, que no todo estaba demolido y que la vida era mucho más sencilla; que los ángeles sólo estaban en sus libros y sus figuritas y que su corazón estaba aún medianamente utilizable. En aquel momento, ella aún estaba esperando por aquella persona que vendría y haría de su vida una aventura, sin destruír sus esperanzas de paso.
martes, diciembre 11, 2012
lunes, noviembre 26, 2012
Un dato random acerca de mí
Me he dado cuenta que puedo estar triste as fuck, con todo el angst y lágrimas que eso conlleva, hasta con el rant de rigor de cómo la vida apesta y todas esas cosas. Pero nunca, nunca, he dudado ni por un segundo de lo cool que soy.
Usualmente recuerdo después a los losers que me tienen envidia porque soy mejor que ellos. |D
Sano amor propio.
Usualmente recuerdo después a los losers que me tienen envidia porque soy mejor que ellos. |D
Sano amor propio.
jueves, noviembre 15, 2012
martes, noviembre 13, 2012
miércoles, octubre 17, 2012
Una sonrisa.
Para cualquiera que vea este escrito. Después de todo, están algo escasas últimamente. ♥
miércoles, octubre 10, 2012
domingo, septiembre 30, 2012
domingo, septiembre 23, 2012
¡Yay!
Estoy contentita porque llevo tres noches seguidas soñando con ese tipo de cosas genialosas que te llenan de inspiración para escribir e imaginar y cantar y toooooooooooooodo eso.
lunes, septiembre 10, 2012
Su único compañero de danza.
Entró y barrió el lugar con la mirada de inmediato, buscándole casi de manera automática. Un recuerdo demasiado flojo para aparecer conscientemente en su memoria, ni siquiera lo suficientemente intenso para que ella se diera cuenta de que estaba ahí. Saluda, sonríe, camina; repetir las veces que sean necesarias.
Como siempre, él apareció casi al final y le premió con una sonrisa divertida que ella consideraba de su propiedad. Avanzó hacia él y se abrazaron con una naturalidad inquietante, las cosas fluían demasiado sencillamente entre ellos sin importar el tiempo que estuvieran separados, ambos conscientes de haber compartido algo más que una amistad alguna vez, y ambos obviándolo descaradamente.
Hermanos. Confidentes.
Ella le arquea la ceja con un descaro que sólo parece brotar cuando se trata de él; por supuesto, el muchacho le sigue el juego con tranquilidad. Permanecen cerca, hablan un momento, va más allá de la comprensión cuando se hallan nariz con nariz. Tienen mucho cuidado de que los labios no se toquen en ningún momento. Ambos son conscientes de que son sólo amigos, que sólo es un juego.
Es gracioso, porque cualquiera creería que se gustan, que el juego es una mentira que ambos han creado. ¡Pero, no! De verdad es un juego, es gracioso que nadie pueda creerlo. Lo de ellos es historia vieja.
Rozan ambas narices un momento, luego ella le da un empujón.
Probablemente no vuelvan a verse en mucho tiempo, pero las cosas seguirán fluyendo con la misma naturalidad cuando se encuentren otra vez.
Ella espera recibir uno de sus exquisitos besos en la frente.
Un sueño que tuve anoche y que me inspiró para escribir.
Como siempre, él apareció casi al final y le premió con una sonrisa divertida que ella consideraba de su propiedad. Avanzó hacia él y se abrazaron con una naturalidad inquietante, las cosas fluían demasiado sencillamente entre ellos sin importar el tiempo que estuvieran separados, ambos conscientes de haber compartido algo más que una amistad alguna vez, y ambos obviándolo descaradamente.
Hermanos. Confidentes.
Ella le arquea la ceja con un descaro que sólo parece brotar cuando se trata de él; por supuesto, el muchacho le sigue el juego con tranquilidad. Permanecen cerca, hablan un momento, va más allá de la comprensión cuando se hallan nariz con nariz. Tienen mucho cuidado de que los labios no se toquen en ningún momento. Ambos son conscientes de que son sólo amigos, que sólo es un juego.
Es gracioso, porque cualquiera creería que se gustan, que el juego es una mentira que ambos han creado. ¡Pero, no! De verdad es un juego, es gracioso que nadie pueda creerlo. Lo de ellos es historia vieja.
Rozan ambas narices un momento, luego ella le da un empujón.
Probablemente no vuelvan a verse en mucho tiempo, pero las cosas seguirán fluyendo con la misma naturalidad cuando se encuentren otra vez.
Ella espera recibir uno de sus exquisitos besos en la frente.
Un sueño que tuve anoche y que me inspiró para escribir.
viernes, septiembre 07, 2012
Tragicómico.
Querido blog:
Seré sincera y no me contendré como suelo hacerlo a pesar de ser éste el lugar donde suelo ser más honesta conmigo misma. Supongo que es normal en mí que nunca me sincere completamente con nada o nadie; por eso nunca escribí más de dos entradas seguidas en mis diarios de vida.
Hace mucho que no lloraba de verdadero dolor, ¿sabes? Hoy, a casi tres meses del evento, me di el tiempo de ponerme a conversar conmigo misma en retrospectiva. Y admití que tengo el corazón terriblemente roto. Lloré, lloré, lloré y lloré. Me aovillé, me tapé la cara y sentí como me temblaba todo el cuerpo; no pude hacer nada más que esperar a que los sollozos me dejaran tranquila. Me convencí de que sería bueno escribirlo.
Es triste, pero parece que la inspiración me viene sólo con la alegría o el dolor del corazón.
¿Soy una soñadora irremediable, blog? ¿Sirvo para un mundo que de lo que yo sueño no tiene mucho? Por favor, no pienses que soy una malagradecida. Tengo techo, comida, educación, salud y una familia y amigos que sé que me adoran. Y ese es mi problema. No me basta, no me es suficiente con la normalidad. Allí en lo más profundo de mi corazón, todo mi mundo gira en el deseo de no sólo pasar por esta vida, de tener una historia de amor digna de todos los libros melosos que me he leído, de tener una aventura que pueda plasmar yo misma. Que me escriban una canción donde yo sea la chica de verano —o de invierno, o de primavera, no me importa—, que se tomen fotos tontas conmigo sólo porque se me ocurrió tener una cámara vieja con rollo, que jueguen con mi pelo y que me digan una y mil cosa bonitas.
Si comienzo a hilar otra vez pensamientos de manera aleatoria, puedo decir también que lo peor de todo es haberlo tenido y que no haya sido más que, al final, leer otro libro. Porque no puedo decir que fue mi historia, y si lo fue, fue para ser escrita como resumen y no para seguirla escribiendo hasta el día en que me cremen y tiren mis cenizas en un bosque bonito.
¿Lo peor? Me pasa por ser tonta. Tonta, tonta, tonta. O ingénua, qué se yo. Desearlo tanto que, a pesar de lo increíble que pueda parecer todo, cierras tus ojos, tomas un profundo respiro y te dices 'No importa, ¡puede pasar! Y si no, lo disfrutaré mientras dure'. El problema no es tanto algo como perderlo y recordarlo, sino el nunca haberlo tenido y aún así recordarlo. Como que te hayan inventado algo.
Lo más tragicómico (y es que no tengo remedio), es que toda esta perorata nació por estar —de nuevo— llenándome de emociones por historias que no son mías y nunca lo serán.
Seré sincera y no me contendré como suelo hacerlo a pesar de ser éste el lugar donde suelo ser más honesta conmigo misma. Supongo que es normal en mí que nunca me sincere completamente con nada o nadie; por eso nunca escribí más de dos entradas seguidas en mis diarios de vida.
Hace mucho que no lloraba de verdadero dolor, ¿sabes? Hoy, a casi tres meses del evento, me di el tiempo de ponerme a conversar conmigo misma en retrospectiva. Y admití que tengo el corazón terriblemente roto. Lloré, lloré, lloré y lloré. Me aovillé, me tapé la cara y sentí como me temblaba todo el cuerpo; no pude hacer nada más que esperar a que los sollozos me dejaran tranquila. Me convencí de que sería bueno escribirlo.
Es triste, pero parece que la inspiración me viene sólo con la alegría o el dolor del corazón.
¿Soy una soñadora irremediable, blog? ¿Sirvo para un mundo que de lo que yo sueño no tiene mucho? Por favor, no pienses que soy una malagradecida. Tengo techo, comida, educación, salud y una familia y amigos que sé que me adoran. Y ese es mi problema. No me basta, no me es suficiente con la normalidad. Allí en lo más profundo de mi corazón, todo mi mundo gira en el deseo de no sólo pasar por esta vida, de tener una historia de amor digna de todos los libros melosos que me he leído, de tener una aventura que pueda plasmar yo misma. Que me escriban una canción donde yo sea la chica de verano —o de invierno, o de primavera, no me importa—, que se tomen fotos tontas conmigo sólo porque se me ocurrió tener una cámara vieja con rollo, que jueguen con mi pelo y que me digan una y mil cosa bonitas.
Si comienzo a hilar otra vez pensamientos de manera aleatoria, puedo decir también que lo peor de todo es haberlo tenido y que no haya sido más que, al final, leer otro libro. Porque no puedo decir que fue mi historia, y si lo fue, fue para ser escrita como resumen y no para seguirla escribiendo hasta el día en que me cremen y tiren mis cenizas en un bosque bonito.
¿Lo peor? Me pasa por ser tonta. Tonta, tonta, tonta. O ingénua, qué se yo. Desearlo tanto que, a pesar de lo increíble que pueda parecer todo, cierras tus ojos, tomas un profundo respiro y te dices 'No importa, ¡puede pasar! Y si no, lo disfrutaré mientras dure'. El problema no es tanto algo como perderlo y recordarlo, sino el nunca haberlo tenido y aún así recordarlo. Como que te hayan inventado algo.
Lo más tragicómico (y es que no tengo remedio), es que toda esta perorata nació por estar —de nuevo— llenándome de emociones por historias que no son mías y nunca lo serán.
viernes, agosto 24, 2012
lunes, agosto 06, 2012
Abandónenme, recuerdos.
¿Alguna vez haz sentido de esos vacíos feos en el estómago cuando algo sucede? ¿Te ha pasado dos veces en menos de veinticuatro horas?
Bueno, si no, no te lo deseo.
Bueno, si no, no te lo deseo.
lunes, junio 25, 2012
Con nada más que un "¡Puff!"
... Ella comenzó a pensar en sirenas, mar, bosques y tiempo; en viajes alrededor del mundo y susurros en el viento que le asegurarían que nunca estaría sola; en vistazos de mechones de pelo medio rojo dando vuelta en una esquina y desapareciendo cuando efocara la mirada; en vida; en muerte; en tristeza y soledad; en puntos y comas que son demasiado gentiles para ponerle un final a las cosas; en ella.
En ella.
En lazos que trascienden la barrera que hay entre un mundo y otro.
En ella.
En lazos que trascienden la barrera que hay entre un mundo y otro.
domingo, abril 15, 2012
martes, abril 10, 2012
lunes, marzo 12, 2012
domingo, febrero 26, 2012
domingo, febrero 12, 2012
domingo, febrero 05, 2012
sábado, febrero 04, 2012
Cosas.
Ojalá hubiera un nombre para la fobia a las personas que se hacen pasar por otras personas y que no lo dicen.
martes, enero 31, 2012
♪
Una de las cosas que más extrañaba era tocar música. Sin tiempo para mí apenas había tenido tiempo siquiera de tararear una cancioncilla, ni hablar de la guitarra.
Pero hoy tuve un antojo especial.
Imprimí un par de partituras, cargué las pilas de mi teclado —digno de mi suerte, el transformador murió—, bajé mi atril al primer piso y me puse en labor. Creo que hay pocas cosas que me abrigan tanto el corazón como ver nacer una canción bajo mis dedos. No seré una Beethoven, pero nunca toco las teclas de un piano porque sí, siempre le pongo amor especial porque la sensación de sacarle una sonrisa a alguien (aunque sea, a veces, sólo a mí misma porque así lo quiero) con lo que suena no tiene precio, y es un regalo que aprecio demasiado.
Lo mejor es saber que así como siento que mis manos se ponen ansiosas cuando toco un piano, también puedo sentir la felicidad de las teclas que me dan la bienvenida de vuelta, como si el tiempo no hubiera pasado.
Pero hoy tuve un antojo especial.
Imprimí un par de partituras, cargué las pilas de mi teclado —digno de mi suerte, el transformador murió—, bajé mi atril al primer piso y me puse en labor. Creo que hay pocas cosas que me abrigan tanto el corazón como ver nacer una canción bajo mis dedos. No seré una Beethoven, pero nunca toco las teclas de un piano porque sí, siempre le pongo amor especial porque la sensación de sacarle una sonrisa a alguien (aunque sea, a veces, sólo a mí misma porque así lo quiero) con lo que suena no tiene precio, y es un regalo que aprecio demasiado.
Lo mejor es saber que así como siento que mis manos se ponen ansiosas cuando toco un piano, también puedo sentir la felicidad de las teclas que me dan la bienvenida de vuelta, como si el tiempo no hubiera pasado.
miércoles, enero 04, 2012
Ma valse.
martes, enero 03, 2012
Amigos.
Sin razón especial, a veces a uno le dan ganas de agradecer con el alma pequeñas cosas de la vida. Cosas que siempre están ahí y que, tal vez por la rapidez de las horas o por el mismo despiste del que uno es víctima con la vorágine de los tiempos, no les damos la suficiente importancia; me da la impresión de que no nos preguntamos lo suficiente qué sería de nuestra vida si esas cositas no estuvieran ahí.
O, bueno, siempre puede ser sólo una más de mis cavilaciones mentales. No es secreto que mi cabeza no funciona bien, en el más tragicómico de los sentidos.
Ayer, como un regalo del cielo, o nada más como un recordatorio de lo bonita que mi vida es, me vi sin planearlo rodeada de amigos. Lo curioso de esto es que mis amigos son los mejores del mundo, es como si alguna mano invisible me los pusiera en el camino, ahuyentando a los que no tienen valor suficiente para adoptar la palabra amigo como un vínculo que los relacione conmigo. Son de esa clase de personas que se dan el tiempo de darte aunque sea una palabrita (lo curioso, es que esas palabritas pueden significar un mundo en su sencillez, y eso es lo que las hace tan grandiosas y a mis amigos tan valiosos), yo supongo que ni siquiera con la intención de decirte 'Oye, estoy aquí', sino por el simple hecho de que les nace como algo natural, ¿no es bonito aquello? ¡De las más curiosas y variadas formas! Y lo interesante es que cada una puede adaptarse a mí como un guante sin el más mínimo esfuerzo. Porque sí.
En fin. Gracias, amigos. <3
O, bueno, siempre puede ser sólo una más de mis cavilaciones mentales. No es secreto que mi cabeza no funciona bien, en el más tragicómico de los sentidos.
Ayer, como un regalo del cielo, o nada más como un recordatorio de lo bonita que mi vida es, me vi sin planearlo rodeada de amigos. Lo curioso de esto es que mis amigos son los mejores del mundo, es como si alguna mano invisible me los pusiera en el camino, ahuyentando a los que no tienen valor suficiente para adoptar la palabra amigo como un vínculo que los relacione conmigo. Son de esa clase de personas que se dan el tiempo de darte aunque sea una palabrita (lo curioso, es que esas palabritas pueden significar un mundo en su sencillez, y eso es lo que las hace tan grandiosas y a mis amigos tan valiosos), yo supongo que ni siquiera con la intención de decirte 'Oye, estoy aquí', sino por el simple hecho de que les nace como algo natural, ¿no es bonito aquello? ¡De las más curiosas y variadas formas! Y lo interesante es que cada una puede adaptarse a mí como un guante sin el más mínimo esfuerzo. Porque sí.
En fin. Gracias, amigos. <3
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