Una de las cosas que más extrañaba era tocar música. Sin tiempo para mí apenas había tenido tiempo siquiera de tararear una cancioncilla, ni hablar de la guitarra.
Pero hoy tuve un antojo especial.
Imprimí un par de partituras, cargué las pilas de mi teclado —digno de mi suerte, el transformador murió—, bajé mi atril al primer piso y me puse en labor. Creo que hay pocas cosas que me abrigan tanto el corazón como ver nacer una canción bajo mis dedos. No seré una Beethoven, pero nunca toco las teclas de un piano porque sí, siempre le pongo amor especial porque la sensación de sacarle una sonrisa a alguien (aunque sea, a veces, sólo a mí misma porque así lo quiero) con lo que suena no tiene precio, y es un regalo que aprecio demasiado.
Lo mejor es saber que así como siento que mis manos se ponen ansiosas cuando toco un piano, también puedo sentir la felicidad de las teclas que me dan la bienvenida de vuelta, como si el tiempo no hubiera pasado.
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*Nᴏ, ɴᴏ ᴇsᴛá ᴄᴏᴍᴘʀᴏʙᴀᴅᴏ, ᴇs ᴜɴᴀ ᴠɪʟ ᴍᴇɴᴛɪʀᴀ ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴍᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴇɴ ʟᴏs ᴘᴏsᴛ. Sɪ ᴀ ᴜsᴛᴇᴅ ʟᴇ ᴅᴀ ᴜɴ ᴘᴀʀᴏ ᴄᴀʀᴅɪᴀᴄᴏ ᴀ ᴘᴇsᴀʀ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀᴍᴇ, ɴᴏ ᴍᴇ ᴄᴜʟᴘᴇ, ᴛᴀᴍᴘᴏᴄᴏ ᴠᴇɴɢᴀ ᴀ ᴘᴇɴᴀʀᴍᴇ sɪ ᴇs ǫᴜᴇ sᴇ ᴍᴜᴇʀᴇ.