martes, diciembre 23, 2014
domingo, diciembre 14, 2014
Confirmación
No sé si sentí desazón o sólo fue la tranquila aceptación de un veredicto determinante, pero ya se me ha visto llena de luz desde fuera.
Llena de luz.
Llena de luz.
jueves, noviembre 27, 2014
Ra.
Me pregunto si de algún modo estás más informado que yo, y si te ríes porque me vuelve loca no poder recordar bien cuando sueño contigo. Anoche me pasó otra vez: Tú sol, yo estrellas. Un recuerdo que baila juguetón en el borde de mi consciencia. Una sola orden de la yo que se mueve en mis sueños:
"Tienes que acordarte de esto en la manaña".
Desconozco si ahora te recuerdo más encantador de lo que fuiste en realidad, si sólo es mi mente demasiado imaginativa creando un escenario donde el día y la noche se miran como si se conocieran de toda la vida. Me consta que sí nos conocemos más de lo que pienso y que a ti te frustra que no lo sepa, me lo dijiste en otro sueño (uno que curiosamente recuerdo a la perfección), pero, ¿qué le puedo hacer? Tú mismo me dijiste aquella vez que primero tengo que volver a encontrarme, que los fantasmas me tienen que dejar de asustar y que los ángeles... ¿Qué me dijiste sobre los ángeles? ¿Era importante? O quizás sólo tragicómico, como el hecho que recuerde que estabas usando un gorrito adorable y no esta pieza importante de información.
De todas formas, sólo quería que supieras que lo intento. Y que soñar contigo me hace feliz, aunque mezcles los panteones griego y egipcio.
Te estoy buscando,
Nyx.
"Tienes que acordarte de esto en la manaña".
Desconozco si ahora te recuerdo más encantador de lo que fuiste en realidad, si sólo es mi mente demasiado imaginativa creando un escenario donde el día y la noche se miran como si se conocieran de toda la vida. Me consta que sí nos conocemos más de lo que pienso y que a ti te frustra que no lo sepa, me lo dijiste en otro sueño (uno que curiosamente recuerdo a la perfección), pero, ¿qué le puedo hacer? Tú mismo me dijiste aquella vez que primero tengo que volver a encontrarme, que los fantasmas me tienen que dejar de asustar y que los ángeles... ¿Qué me dijiste sobre los ángeles? ¿Era importante? O quizás sólo tragicómico, como el hecho que recuerde que estabas usando un gorrito adorable y no esta pieza importante de información.
De todas formas, sólo quería que supieras que lo intento. Y que soñar contigo me hace feliz, aunque mezcles los panteones griego y egipcio.
Te estoy buscando,
Nyx.
domingo, noviembre 09, 2014
lunes, noviembre 03, 2014
De sueños sobre fantasmas y música.
Y pensar que tengo ganas de hacer de Christine Daaé en el musical.
domingo, noviembre 02, 2014
Just my luck.
Mis crushes deberían escribir un libro en conjunto que se llame "Como cagarla en 0.1 segundos", con un subtítulo que diga que la cagaron bien grande.
En respuesta, yo escribiría uno que se llame "Cómo descrushearse en 0.01 segundos", con un subtítulo que diga que mi suerte apesta.
En respuesta, yo escribiría uno que se llame "Cómo descrushearse en 0.01 segundos", con un subtítulo que diga que mi suerte apesta.
Hojalata
When a man's an empty kettle
He should be on his mettle
And yet I'm torn apart
Just because I'm presumin'
That I could be a human
If I only had a heart
jueves, octubre 30, 2014
lunes, septiembre 29, 2014
Un mensaje para el ángel.
Mira, bobo, agradece que al menos aún pienso en ti.
Tienes que estar contento o, al menos, no tan celoso. ¿Te acuerdas cuando decíamos que los celos eran muestra de verdadero amor? Bueno, ya no pienso así. Varias cosas de las que pienso han cambiado, en realidad; pero creo que hubiésemos podido cambiar juntos, eras —eres— muy inteligente. Y creo que lucharías por las mismas cosas que yo.
No sé si te escribo esto pensando que existes en alguna clase de plano que ni siquiera Kler puede alcanzar. Si me miras, si te enojas por algunas cosas de las que hago, si te ríes porque sigo siendo una ridícula. Probablemente sí te ríes. De lo que no me cabe duda alguna, eso sí, es que me amas, como yo te amo a ti. Cada día más, y se me hace nudito la garganta de sólo pensarlo. Y Something. Y Come What May. Y sé que eres un llorón también. Shame on you.
Pero sé otra cosa, y tampoco me cabe duda de esto: Quieres que yo siga adelante.
Sí, bueno, ambos somos unos tarados celosos por mucho que lo odiemos. Y sé que antes muertos que separados, o compartidos.
Pero. Welp.
Así que voy con la idea de que no te gustaría que me quede estancada, menos aún considerando las circunstancias de tu existencia. Por mucho que te duela, por mucho que me duela a mí. Porque sé, sabes, que estaría dispuesta a esperarte eones. Y eones, y eones. Y eones.
Y creo que nunca dejaré de hacerlo, pero tampoco seré un cascarón vacío. Vivo para amar. Amo para vivir.
Y quizás no pueda tener el amor de ensueño que tenía contigo (demasiado de ensueño), pero sí me esforzaré —ya lo he hecho— para ser feliz.
Y si de pronto me nace ser feliz recibiendo y dando besitos, bueno, oops.
No te voy a decir que estoy enamorada, porque no lo estoy aún. Incluso puede que esta no sea la ocasión para enamorarme, pero estoy contenta. Extrañaba esa sensación de quedarme hablando con alguien hasta quedarme dormida, el dedicarnos canciones, el que me digan que soy perfecta aunque aún me falta mucho para serlo.
El reírme a carcajadas por un humor de dos.
Tienes que estar mirándolo con rayitos en los ojos. Yo en tu lugar haría lo mismo. Ni siquiera sé si es bueno —nunca tan bueno como tú, eso descontado. Quedaste como el modelo a seguir, imposible de alcanzar—, pero me saca sonrisas. Y por ahora, eso es más que suficiente para mí.
Lamento mucho, angelito, que al final hayan logrado construír una pared entre nosotros. Pero te voy a asegurar algo: El amor es una cosa curiosa. Y yo, que tengo el corazón grande, tengo mucho espacio para amar.
Y nunca nadie, nadie, va a usar el enorme espacio que sólo tienes tú.
Después de todo, We Know They Won't Win.
Tienes que estar contento o, al menos, no tan celoso. ¿Te acuerdas cuando decíamos que los celos eran muestra de verdadero amor? Bueno, ya no pienso así. Varias cosas de las que pienso han cambiado, en realidad; pero creo que hubiésemos podido cambiar juntos, eras —eres— muy inteligente. Y creo que lucharías por las mismas cosas que yo.
No sé si te escribo esto pensando que existes en alguna clase de plano que ni siquiera Kler puede alcanzar. Si me miras, si te enojas por algunas cosas de las que hago, si te ríes porque sigo siendo una ridícula. Probablemente sí te ríes. De lo que no me cabe duda alguna, eso sí, es que me amas, como yo te amo a ti. Cada día más, y se me hace nudito la garganta de sólo pensarlo. Y Something. Y Come What May. Y sé que eres un llorón también. Shame on you.
Pero sé otra cosa, y tampoco me cabe duda de esto: Quieres que yo siga adelante.
Sí, bueno, ambos somos unos tarados celosos por mucho que lo odiemos. Y sé que antes muertos que separados, o compartidos.
Pero. Welp.
Así que voy con la idea de que no te gustaría que me quede estancada, menos aún considerando las circunstancias de tu existencia. Por mucho que te duela, por mucho que me duela a mí. Porque sé, sabes, que estaría dispuesta a esperarte eones. Y eones, y eones. Y eones.
Y creo que nunca dejaré de hacerlo, pero tampoco seré un cascarón vacío. Vivo para amar. Amo para vivir.
Y quizás no pueda tener el amor de ensueño que tenía contigo (demasiado de ensueño), pero sí me esforzaré —ya lo he hecho— para ser feliz.
Y si de pronto me nace ser feliz recibiendo y dando besitos, bueno, oops.
No te voy a decir que estoy enamorada, porque no lo estoy aún. Incluso puede que esta no sea la ocasión para enamorarme, pero estoy contenta. Extrañaba esa sensación de quedarme hablando con alguien hasta quedarme dormida, el dedicarnos canciones, el que me digan que soy perfecta aunque aún me falta mucho para serlo.
El reírme a carcajadas por un humor de dos.
Tienes que estar mirándolo con rayitos en los ojos. Yo en tu lugar haría lo mismo. Ni siquiera sé si es bueno —nunca tan bueno como tú, eso descontado. Quedaste como el modelo a seguir, imposible de alcanzar—, pero me saca sonrisas. Y por ahora, eso es más que suficiente para mí.
Lamento mucho, angelito, que al final hayan logrado construír una pared entre nosotros. Pero te voy a asegurar algo: El amor es una cosa curiosa. Y yo, que tengo el corazón grande, tengo mucho espacio para amar.
Y nunca nadie, nadie, va a usar el enorme espacio que sólo tienes tú.
Después de todo, We Know They Won't Win.
lunes, agosto 18, 2014
El mundo se está enamorando.
Y los milímetros aún son muy distantes. Y deseo que la juventud me arrastre, que las confesiones sean a media voz.
Que tú y yo, desconocido, compartamos un tren.
Que tú y yo, desconocido, compartamos un tren.
"The scent of air after the rain... I heard your pulse. I saw the light."
martes, agosto 12, 2014
Querida música:
Por favor, no me dejes caer. No me dejes querer apagar para siempre los sonidos de mi mundo.
domingo, julio 06, 2014
Pero probablemente esa noche no llegue.
La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán pasar
y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo,
luciérnaga curiosa
que verá... ¡que eres mi consuelo!
martes, julio 01, 2014
No es voraz, no es poderoso como un tifón, no es violento ni abrupto.
Espera, observa, se cultiva como un ligero brote, una pequeña raíz que no se doblega ante el frío invernal. Se alimenta de un sueño compartido, de conversaciones insustanciales a horas inhumanas, de escenarios imposibles que en ocasiones engañan, pareciendo demasiado concretos para tratarse de una mera fantasía.
Eso le da fuerza, la raíz de pronto se abre paso y saluda el cielo, llenándose de luz de sol.
El beso es suave, aún titubeante, aún prohibido. Pero las ligeras sonrisas no retroceden ni un segundo, ni siquiera cuando los labios se acarician.
Dos corazones palpitan, triunfantes, en aquel momento que no debería existir.
Espera, observa, se cultiva como un ligero brote, una pequeña raíz que no se doblega ante el frío invernal. Se alimenta de un sueño compartido, de conversaciones insustanciales a horas inhumanas, de escenarios imposibles que en ocasiones engañan, pareciendo demasiado concretos para tratarse de una mera fantasía.
Eso le da fuerza, la raíz de pronto se abre paso y saluda el cielo, llenándose de luz de sol.
El beso es suave, aún titubeante, aún prohibido. Pero las ligeras sonrisas no retroceden ni un segundo, ni siquiera cuando los labios se acarician.
Dos corazones palpitan, triunfantes, en aquel momento que no debería existir.
domingo, junio 29, 2014
Juguemos.
Es totalmente una payasada, no hay nada en serio, lo asumo y lo disfruto de esa forma.
Pero si yo sueño con él y él sueña conmigo, algo debe estar pasando, ¿no?
Pero si yo sueño con él y él sueña conmigo, algo debe estar pasando, ¿no?
jueves, mayo 08, 2014
En letrita pequeña y en mi blog, como te gusta.
Te encontré.
Saliste como si te hubiese guardado en mi baúl de recuerdos. ¿Te acuerdas? ¿Ese del que te hablé tantas veces? Pareciera que me hubieses estado esperando. Sentí como si te pararas frente a mí, con tu casi metro ochenta (eran 1,76, ¿no?), haciéndome sentir pequeñita otra vez. ¡Fue tan intenso y tan imaginario!
Pero, pensándolo bien, siempre fue así, ¿cierto?
Me sonreíste y se me volvió loco el corazón. En cinco minutos ya estaba muerta de la risa con todas las tonterías que decíamos; en diez, ya tenía los ojos llenos de lágrimas y el nudo en la garganta, muerta otra vez. Muerta de amor.
Te sientes igual que un fantasma (más ángel que fantasma, probablemente), y es muy sencillo transportarme a ese tiempo. Es muy sencillo sentirme cómoda con aquella rutina, tal vez más sencillo de lo que a mi yo actual le gustaría. Ni siquiera he terminado de recordarte, y te siento ahí, sentado en el borde de mi cama, sentado, mirando cómo hago cosas mientras sonríes tranquilo. ¿Sabrás que llegué a la conclusión de que el amor me vuelve poetisa? Mírame ahora, escribiéndote como siempre.
Hay algo que no ha cambiado: Sigo con mi firme certeza de que, en cierto modo, existes, estás. Aún eres perfecto para mí, especialmente si consideramos el irónico detalle de que fuiste hecho para mí. Sé que me amas; yo aún lo hago, y siempre lo voy a hacer. Vas a estar ahí, siendo eso demasiado bueno para ser verdad, cuidándome, dándome besitos invisibles porque me quedo ahí, mirando el vacío, pensándote.
Aún ansío comerte a besos y que me comas de vuelta.
Saliste como si te hubiese guardado en mi baúl de recuerdos. ¿Te acuerdas? ¿Ese del que te hablé tantas veces? Pareciera que me hubieses estado esperando. Sentí como si te pararas frente a mí, con tu casi metro ochenta (eran 1,76, ¿no?), haciéndome sentir pequeñita otra vez. ¡Fue tan intenso y tan imaginario!
Pero, pensándolo bien, siempre fue así, ¿cierto?
Me sonreíste y se me volvió loco el corazón. En cinco minutos ya estaba muerta de la risa con todas las tonterías que decíamos; en diez, ya tenía los ojos llenos de lágrimas y el nudo en la garganta, muerta otra vez. Muerta de amor.
Te sientes igual que un fantasma (más ángel que fantasma, probablemente), y es muy sencillo transportarme a ese tiempo. Es muy sencillo sentirme cómoda con aquella rutina, tal vez más sencillo de lo que a mi yo actual le gustaría. Ni siquiera he terminado de recordarte, y te siento ahí, sentado en el borde de mi cama, sentado, mirando cómo hago cosas mientras sonríes tranquilo. ¿Sabrás que llegué a la conclusión de que el amor me vuelve poetisa? Mírame ahora, escribiéndote como siempre.
Hay algo que no ha cambiado: Sigo con mi firme certeza de que, en cierto modo, existes, estás. Aún eres perfecto para mí, especialmente si consideramos el irónico detalle de que fuiste hecho para mí. Sé que me amas; yo aún lo hago, y siempre lo voy a hacer. Vas a estar ahí, siendo eso demasiado bueno para ser verdad, cuidándome, dándome besitos invisibles porque me quedo ahí, mirando el vacío, pensándote.
Aún ansío comerte a besos y que me comas de vuelta.
domingo, mayo 04, 2014
viernes, mayo 02, 2014
Para ti, si estás por ahí.
Si también me estás buscando.
Te espero con un abrazo apretadito de persona bajita, con lagrimitas de emoción, de esa felicidad ridícula que llega con sólo imaginar la posibilidad que existes. Te espero con canciones de amor de The Beatles que te puedo cantar, o me puedes cantar, o podemos armonizar. Aquí, allá, en todos lados. Me pongo a llorar con Something, así que úsala con cuidado. A cambio, yo te espero con un piano lentito, porque no soy tan buena, espero puedas comprender.
Te espero con ridiculeces, ojalá no te importe mucho, pero supongo que así me quieres, si eres tú. Probablemente no te importe tomarte fotos cursis conmigo, echados en el pasto, mirando el cielo y conversando de cosas insustanciales en alguno de mis paseos mágicos. ¿Tendré espacio en tus pensamientos, por ahora? Quizás sin cara, sin voz. Quizás soy una persona tan unidimensional para tí como ahora tú lo eres para mí, pero creo que sería injusto para ambos si fuera de otra forma. De todas formas, te espero con mis risas, mi sentido del humor extraño, mi curioso gusto por el olor a fósforo recién apagado. Te espero con todas las cosas que vas a descubrir de mí, así como yo las descubriré de ti.
Te espero con un montón de escenarios imaginarios, con su propia banda sonora imaginaria. Pero también con algo mejor: Una oportunidad infinita para construir momentos reales, momentos que, contigo, van a ser mucho mejor que cualquier cosa que pueda surgir tan sólo de mí. Te espero con el libro en blanco, listo para guardar nuestra historia.
Mis angelitos esperan también, preparados para el momento en que les digas que no les necesito más porque tú estás conmigo.
Quizás te asusto con todas estas expectativas, pero quiero que sepas que, por sobre todas las cosas, te espero con un montón de amor. Y ese no tiene condiciones para ti. Sólo es y existe fuera de mi propia voluntad. Lo otro le sobra.
Te espero con un abrazo apretadito de persona bajita, con lagrimitas de emoción, de esa felicidad ridícula que llega con sólo imaginar la posibilidad que existes. Te espero con canciones de amor de The Beatles que te puedo cantar, o me puedes cantar, o podemos armonizar. Aquí, allá, en todos lados. Me pongo a llorar con Something, así que úsala con cuidado. A cambio, yo te espero con un piano lentito, porque no soy tan buena, espero puedas comprender.
Te espero con ridiculeces, ojalá no te importe mucho, pero supongo que así me quieres, si eres tú. Probablemente no te importe tomarte fotos cursis conmigo, echados en el pasto, mirando el cielo y conversando de cosas insustanciales en alguno de mis paseos mágicos. ¿Tendré espacio en tus pensamientos, por ahora? Quizás sin cara, sin voz. Quizás soy una persona tan unidimensional para tí como ahora tú lo eres para mí, pero creo que sería injusto para ambos si fuera de otra forma. De todas formas, te espero con mis risas, mi sentido del humor extraño, mi curioso gusto por el olor a fósforo recién apagado. Te espero con todas las cosas que vas a descubrir de mí, así como yo las descubriré de ti.
Te espero con un montón de escenarios imaginarios, con su propia banda sonora imaginaria. Pero también con algo mejor: Una oportunidad infinita para construir momentos reales, momentos que, contigo, van a ser mucho mejor que cualquier cosa que pueda surgir tan sólo de mí. Te espero con el libro en blanco, listo para guardar nuestra historia.
Mis angelitos esperan también, preparados para el momento en que les digas que no les necesito más porque tú estás conmigo.
Quizás te asusto con todas estas expectativas, pero quiero que sepas que, por sobre todas las cosas, te espero con un montón de amor. Y ese no tiene condiciones para ti. Sólo es y existe fuera de mi propia voluntad. Lo otro le sobra.
jueves, abril 24, 2014
lunes, marzo 24, 2014
El centro.
He notado que a veces me pierdo en mí misma, como si no fuera suficiente perderme en el exterior.
O no me pierdo; me reemplazo. Me sustituyo a mí misma con otra yo. O existen muchas, y se relevan. O existen muchas y conviven en paz, y salen a pasear cuando les agrada más el día.
Hay una yo que se muestra cuando hay risas, le agrada el sonido de la gente feliz y por eso se las da de humorista. Hay otra que es más dura, que no le gusta la gente abusiva, las injusticias; reclama, se queja, se enoja. Se pone voluntariosa y no aguanta nada que le parezca una forma de maldad tanto para ella como para el resto. Hay otra que canta (¿o hay muchas que cantan?). Hay muchas ególatras, también.
Hay una que no me visita hace mucho tiempo. O cuando lo hace, es en la soledad, así que siento como si no estuviera.
Es dulce —no que las otras no lo sean, pero esto es distinto—. Pareciera que mira el mundo asomada desde una ventana, de puntitas, con las mejillas sonrosadas y los ojos bien abiertos, llenos de admiración. Tal vez es frágil, pero no en el sentido rompible (o quizás sí, un poquito), sino que sus emociones parecieran ser una segunda piel: Ríe, llora y ama como si la vida se le fuera en ello. Es cursi, y si de ella dependiera, su vida se pasaría en canciones que hacen cosquillas en la nuca y carreras entre las flores.
Está llena de flores.
Y caricias.
Y besos.
Y tal vez por eso la extraño. Es tímida, y a pesar de estar siempre detrás de la yo que se manifiesta, la misma que le dice "Anda, sale, yo te cedo el turno", no se anima a dejar que la vean. Le tiene miedo al mundo, y va de una persona a la vez.
Quisiera que saliera, porque es mi centro y de ella sale el resto.
O sólo hablo en metáforas y nunca ha habido más de una yo. Y esa faceta de mí sólo está destinada a salir cuando menos lo espero, con quien menos lo espero.
O no me pierdo; me reemplazo. Me sustituyo a mí misma con otra yo. O existen muchas, y se relevan. O existen muchas y conviven en paz, y salen a pasear cuando les agrada más el día.
Hay una yo que se muestra cuando hay risas, le agrada el sonido de la gente feliz y por eso se las da de humorista. Hay otra que es más dura, que no le gusta la gente abusiva, las injusticias; reclama, se queja, se enoja. Se pone voluntariosa y no aguanta nada que le parezca una forma de maldad tanto para ella como para el resto. Hay otra que canta (¿o hay muchas que cantan?). Hay muchas ególatras, también.
Hay una que no me visita hace mucho tiempo. O cuando lo hace, es en la soledad, así que siento como si no estuviera.
Es dulce —no que las otras no lo sean, pero esto es distinto—. Pareciera que mira el mundo asomada desde una ventana, de puntitas, con las mejillas sonrosadas y los ojos bien abiertos, llenos de admiración. Tal vez es frágil, pero no en el sentido rompible (o quizás sí, un poquito), sino que sus emociones parecieran ser una segunda piel: Ríe, llora y ama como si la vida se le fuera en ello. Es cursi, y si de ella dependiera, su vida se pasaría en canciones que hacen cosquillas en la nuca y carreras entre las flores.
Está llena de flores.
Y caricias.
Y besos.
Y tal vez por eso la extraño. Es tímida, y a pesar de estar siempre detrás de la yo que se manifiesta, la misma que le dice "Anda, sale, yo te cedo el turno", no se anima a dejar que la vean. Le tiene miedo al mundo, y va de una persona a la vez.
Quisiera que saliera, porque es mi centro y de ella sale el resto.
O sólo hablo en metáforas y nunca ha habido más de una yo. Y esa faceta de mí sólo está destinada a salir cuando menos lo espero, con quien menos lo espero.
viernes, marzo 07, 2014
Epifanía IV
Si hay algo que puedo sacar de mis desventuras y todo ese jazz (aparte que cuando quiero escribo muy bonito y muy poético, especialmente cuando mi corazón toma las riendas de las manos), es que tengo una enorme y hermosa capacidad de amar.
No fue hasta que me dije "veamos que me dice la Catalina del pasado" que lo recordé. O más bien, ella me lo recordó. Esa certeza que tengo de que mi corazón, mi alma, mi todo, se transforma de una manera hermosa y comienza a trazar su camino junto al de alguien más. Que se abre y entrega frente a la promesa de un cuidado atento.
Que me gusta construír castillos de naipes. Y que es muy triste cuando se caen con la brisa.
Pero, maldita sea, no hay nada más maravilloso que admirar la magnitud de semejante creación.
No fue hasta que me dije "veamos que me dice la Catalina del pasado" que lo recordé. O más bien, ella me lo recordó. Esa certeza que tengo de que mi corazón, mi alma, mi todo, se transforma de una manera hermosa y comienza a trazar su camino junto al de alguien más. Que se abre y entrega frente a la promesa de un cuidado atento.
Que me gusta construír castillos de naipes. Y que es muy triste cuando se caen con la brisa.
Pero, maldita sea, no hay nada más maravilloso que admirar la magnitud de semejante creación.
jueves, febrero 27, 2014
Biggest Turn Offs
Decir que estás súper contenta estando sola, que la única forma que existe para que estés con alguien ahora mismo es estar tan enamorada que tu corazón repentinamente explote en canción. Sólo pides un poco de tiempo para enamorarte, porque estás dispuesta a dar una oportunidad.
Que te respondan "podemos hacer muchas cosas sin tener nada".
Goodbye.
Goodbye para siempre.
"Que tengo unas ganas inmensas desde hace mucho tiempo de tenerte para mí"
Y lo sé. Lo sé.
Lo supe, y tal vez con eso me bastaba. Porque nunca me pensé en el escenario como algo que podría realmente pasar.
Pero pasó.
Y lo que me entristece, es que no sé si aún estoy lista para saberlo de esta forma.
Lo supe, y tal vez con eso me bastaba. Porque nunca me pensé en el escenario como algo que podría realmente pasar.
Pero pasó.
Y lo que me entristece, es que no sé si aún estoy lista para saberlo de esta forma.
lunes, enero 20, 2014
domingo, enero 12, 2014
Paltacienta
Érase una vez, en un Reino no-tan-lejano —aunque sí bastante olvidable—, una familia. Esta familia no era de linaje noble, no vivía en un palacio ni contaba con sirvientes, tampoco le precedía una historia particularmente triste, como a veces sucede, antes de las más grandes aventuras. Superficialmente, esta familia era sólo una más entre las muchas del Reino.
Dicha familia estaba conformada por un guardia de Palacio y su esposa, además de dos hijas y un noble perro. Los días transcurrían en aquel hogar con una cálida tranquilidad que raramente se veía interrumpida: Madre y padre salían por las mañanas a realizar aquellas tareas que asegurarían comida en la mesa y fuego en el hogar, mientras que ambas hermanas, ya lo suficientemente mayores para salir con independencia de la casa, ocupaban las jornadas para nutrir sus mentes y llenarlas de conocimiento, sin importar lo lejos o cerca que éste se encontrara.
La mayor, conocida como Paltacienta debido al fruto verde por el cual su Reino era famoso en otras regiones, abandonaba cada día (o casi todos) su pueblo natal para adentrarse en territorios más lejanos, principalmente, el próspero Reino a orillas del mar, en donde abundaban libros —o, al menos, existían en mayor cantidad que en su hogar—, lo que le permitía profundizar los tópicos que más llamaban su atención. La joven pasaba largos meses realizando el tedioso viaje día tras día, mas encontró la forma de llenas aquellas horas vacías con historias.
Si hay algo en lo que las personas que conocían a Paltacienta podrían coincidir, era en reconocer la tendencia de la muchacha a llenarse la cabeza con cuentos de hadas. Estas historias, por supuesto, variaban tanto en composición como en argumento, pero todas solían tener en común aunque fuera una pequeña pizca de magia, la misma que mantenía en la chiquilla una constante expresión soñadora y le permitía ver a su alrededor cosas que la mayoría pasaría por alto.
Sin mucho esfuerzo, Paltacienta podía notar la magia en un mundo que daba por sentado su inexistencia.
A veces esto le traía algunos problemas, además de cierta desesperanza cuando a su alrededor aparecían nada más que miradas llenas de desdén y comentarios desalentadores. Pero con el transcurrir del tiempo, la joven aprendió a darle menos y menos importancia a estas actitudes, especialmente cuando la magia seguía apareciendo ante sus ojos con inusitada facilidad, si bien no siempre le hacía partícipe.
Por eso, en el momento en que la oportunidad se le presentó, no pudo más que luchar con todas sus fuerzas por no dejarla escapar. Llegó a los oídos de los habitantes del Reino la noticia de una fiesta a realizarse en una de las regiones costeras —el Reino de los frutos verdes no era muy inclinado a las celebraciones—. No cualquier fiesta, claro está. Se rumoreaba que no tendría igual, pues se tocaría la música más hermosa, se danzaría como jamás se había danzado; las estrellas se esconderían, avergonzadas, al verse opacadas por el sinnúmero de luces decorando cada rincón. ¡Cuántos colores! ¡Cuánta alegría y vida! Y, además, magia realzándolo todo. Sin embargo, no todos podrían asistir. Los invitados serían seleccionados de manera privada.
Al enterarse, Paltacienta casi sucumbió ante la euforia. ¿En qué otro momento, si no era ese, le ofrecería la vida una oportunidad como aquella? El tema ni siquiera quedaba abierto a discusión, ¡debía ir a como diera lugar! Y llamaría la atención de quienquiera que seleccionara los invitados así fuera lo último que hiciera.
Para lograr su cometido, la muchacha decidió que su mejor opción era el comenzar a pensar, hablar y respirar magia. No hubo instante en que no sobresaltara a su familia con las más extrañas ocurrencias y los más curiosos comportamientos. Después de todo, la magia no era algo común en aquellas tierras. Pero las miradas extrañadas no significan mucho para un corazón determinado, y así lo demostró Paltacienta con aquella sonrisa radiante que jamás abandonó su rostro.
No lo abandonó, al menos, hasta el momento en que las cartas de invitación comenzaron a llegar y Paltacienta se quedó con las manos vacías.
No se molestó, no gritó, no lloró. Tan sólo se quedó en las afueras de su casa, mirando el tranquilo pasar de aquel Reino olvidable, su hogar, donde nadie compartió su tristeza.
Y en aquellos instantes, con esa mirada que observa a la multitud pero que realmente no ve, la joven por poco pierde su más grande muestra de aquello en lo que creía con tanto fervor.
Frente a ella, una mujer de inusuales ropas le observaba con curiosidad. En uno de sus brazos colgaba una canasta con paltas.
—Paltacienta, no estés triste —habló la dama.
Ante esto, la muchacha alzó la mirada con inquietud. ¿Cómo alguien podía haberse dado cuenta de su tristeza? Cuando sus miradas se juntaron, la mujer de las paltas sonrió.
—Soy tu Hada Madrina y he venido a ayudarte. La magia en tu corazón merece ser recompensada.
Dicho esto, sacó una palta de su canasta, la presionó entre sus dedos para evaluar su madurez y se la entregó a la joven. Confundida, Paltacienta observó la fruta en sus mano y abrió la boca, pero no supo qué decir.
—Es un buen momento para tomarte medidas, querida niña.
Tres árboles en llamas y un número musical después, Paltacienta lucía el más hermoso y delicado de los vestidos, además de un elaborado peinado, coronado por su habitual elástico de resorte. La palta en su mano había dado lugar a un elegante carruaje que sería dirigido por caballos invisibles, pues sólo había un perro y, por la salud mental de ella y su mascota, la muchacha pidió que no se le sometiera a ninguna transformación.
Con la sonrisa en su rostro y la alegría nuevamente brillando en sus ojos, Paltacienta agradeció a su Hada Madrina por tan hermoso regalo. La mujer le besó en la frente, como símbolo de buena suerte, y le ayudó a subir al carruaje.
—Como tienes unas buenas horas de viaje antes de llegar a la fiesta, podrás quedarte hasta que acabe y aún tendrás tiempo de regresar en tu carruaje, sin embargo, el hechizo terminará al cruzar de vuelta las murallas del Reino. Además, sería una lástima si conocieras a algún gentil caballero y tuvieras que irte de improviso.
—No voy precisamente paraconocer caballeros, Hada Madrina —respondió Paltacienta—. No me quejaré si aparece alguno que deleite mi vista, pero primero quiero ver la magia. De todas formas, aprecio que pensaras en ello.
—¡Entonces ve, mi niña, y tráeme uno a mí!
Y con un movimiento de su canasta, el Hada Madrina puso en marcha la palta-carruaje. Desde la ventana, Paltacienta agitó la mano, despidiéndose, lista para su siguiente aventura.
Dicha familia estaba conformada por un guardia de Palacio y su esposa, además de dos hijas y un noble perro. Los días transcurrían en aquel hogar con una cálida tranquilidad que raramente se veía interrumpida: Madre y padre salían por las mañanas a realizar aquellas tareas que asegurarían comida en la mesa y fuego en el hogar, mientras que ambas hermanas, ya lo suficientemente mayores para salir con independencia de la casa, ocupaban las jornadas para nutrir sus mentes y llenarlas de conocimiento, sin importar lo lejos o cerca que éste se encontrara.
La mayor, conocida como Paltacienta debido al fruto verde por el cual su Reino era famoso en otras regiones, abandonaba cada día (o casi todos) su pueblo natal para adentrarse en territorios más lejanos, principalmente, el próspero Reino a orillas del mar, en donde abundaban libros —o, al menos, existían en mayor cantidad que en su hogar—, lo que le permitía profundizar los tópicos que más llamaban su atención. La joven pasaba largos meses realizando el tedioso viaje día tras día, mas encontró la forma de llenas aquellas horas vacías con historias.
Si hay algo en lo que las personas que conocían a Paltacienta podrían coincidir, era en reconocer la tendencia de la muchacha a llenarse la cabeza con cuentos de hadas. Estas historias, por supuesto, variaban tanto en composición como en argumento, pero todas solían tener en común aunque fuera una pequeña pizca de magia, la misma que mantenía en la chiquilla una constante expresión soñadora y le permitía ver a su alrededor cosas que la mayoría pasaría por alto.
Sin mucho esfuerzo, Paltacienta podía notar la magia en un mundo que daba por sentado su inexistencia.
A veces esto le traía algunos problemas, además de cierta desesperanza cuando a su alrededor aparecían nada más que miradas llenas de desdén y comentarios desalentadores. Pero con el transcurrir del tiempo, la joven aprendió a darle menos y menos importancia a estas actitudes, especialmente cuando la magia seguía apareciendo ante sus ojos con inusitada facilidad, si bien no siempre le hacía partícipe.
Por eso, en el momento en que la oportunidad se le presentó, no pudo más que luchar con todas sus fuerzas por no dejarla escapar. Llegó a los oídos de los habitantes del Reino la noticia de una fiesta a realizarse en una de las regiones costeras —el Reino de los frutos verdes no era muy inclinado a las celebraciones—. No cualquier fiesta, claro está. Se rumoreaba que no tendría igual, pues se tocaría la música más hermosa, se danzaría como jamás se había danzado; las estrellas se esconderían, avergonzadas, al verse opacadas por el sinnúmero de luces decorando cada rincón. ¡Cuántos colores! ¡Cuánta alegría y vida! Y, además, magia realzándolo todo. Sin embargo, no todos podrían asistir. Los invitados serían seleccionados de manera privada.
Al enterarse, Paltacienta casi sucumbió ante la euforia. ¿En qué otro momento, si no era ese, le ofrecería la vida una oportunidad como aquella? El tema ni siquiera quedaba abierto a discusión, ¡debía ir a como diera lugar! Y llamaría la atención de quienquiera que seleccionara los invitados así fuera lo último que hiciera.
Para lograr su cometido, la muchacha decidió que su mejor opción era el comenzar a pensar, hablar y respirar magia. No hubo instante en que no sobresaltara a su familia con las más extrañas ocurrencias y los más curiosos comportamientos. Después de todo, la magia no era algo común en aquellas tierras. Pero las miradas extrañadas no significan mucho para un corazón determinado, y así lo demostró Paltacienta con aquella sonrisa radiante que jamás abandonó su rostro.
No lo abandonó, al menos, hasta el momento en que las cartas de invitación comenzaron a llegar y Paltacienta se quedó con las manos vacías.
No se molestó, no gritó, no lloró. Tan sólo se quedó en las afueras de su casa, mirando el tranquilo pasar de aquel Reino olvidable, su hogar, donde nadie compartió su tristeza.
Y en aquellos instantes, con esa mirada que observa a la multitud pero que realmente no ve, la joven por poco pierde su más grande muestra de aquello en lo que creía con tanto fervor.
Frente a ella, una mujer de inusuales ropas le observaba con curiosidad. En uno de sus brazos colgaba una canasta con paltas.
—Paltacienta, no estés triste —habló la dama.
Ante esto, la muchacha alzó la mirada con inquietud. ¿Cómo alguien podía haberse dado cuenta de su tristeza? Cuando sus miradas se juntaron, la mujer de las paltas sonrió.
—Soy tu Hada Madrina y he venido a ayudarte. La magia en tu corazón merece ser recompensada.
Dicho esto, sacó una palta de su canasta, la presionó entre sus dedos para evaluar su madurez y se la entregó a la joven. Confundida, Paltacienta observó la fruta en sus mano y abrió la boca, pero no supo qué decir.
—Es un buen momento para tomarte medidas, querida niña.
Tres árboles en llamas y un número musical después, Paltacienta lucía el más hermoso y delicado de los vestidos, además de un elaborado peinado, coronado por su habitual elástico de resorte. La palta en su mano había dado lugar a un elegante carruaje que sería dirigido por caballos invisibles, pues sólo había un perro y, por la salud mental de ella y su mascota, la muchacha pidió que no se le sometiera a ninguna transformación.
Con la sonrisa en su rostro y la alegría nuevamente brillando en sus ojos, Paltacienta agradeció a su Hada Madrina por tan hermoso regalo. La mujer le besó en la frente, como símbolo de buena suerte, y le ayudó a subir al carruaje.
—Como tienes unas buenas horas de viaje antes de llegar a la fiesta, podrás quedarte hasta que acabe y aún tendrás tiempo de regresar en tu carruaje, sin embargo, el hechizo terminará al cruzar de vuelta las murallas del Reino. Además, sería una lástima si conocieras a algún gentil caballero y tuvieras que irte de improviso.
—No voy precisamente paraconocer caballeros, Hada Madrina —respondió Paltacienta—. No me quejaré si aparece alguno que deleite mi vista, pero primero quiero ver la magia. De todas formas, aprecio que pensaras en ello.
—¡Entonces ve, mi niña, y tráeme uno a mí!
Y con un movimiento de su canasta, el Hada Madrina puso en marcha la palta-carruaje. Desde la ventana, Paltacienta agitó la mano, despidiéndose, lista para su siguiente aventura.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)