Ay, ay, ay. Ay.
Quería plasmar aquí lo que me pasa, lo que me aqueja, lo que me acongoja.
Pero es tanto. Tanto, tanto. Tanto que pareciera que llevo meses con el nudo en la garganta. Tanto, que mis días se miden en cuánto me duele el corazón, en cuánto debo dejar atrás. En cuál será el sueño infantil que tengo que posponer esta vez.
Las explicaciones que le doy a esto son muchas: El crecer, el cambiar, el estar cansada a los veintiocho. Hoy, mi destino brilla en los astros.
La luna bajó con poca programación (gasp, una sorpresa) y me regaló un poquito de magia, de esa que se me había olvidado a medias. Me hizo mirar al cielo, a las estrellas —mucho más intensas, infinitas y trascendentales que yo— y arrullarme en mi propia pequeñez. Allá, en la nada, entre el polvo cósmico y la falta de oxígeno, entre los millonarios que buscan colonizar más y más, encontré que soy un puntito, y mis problemas un puntito más pequeño.
Que no soy la única que, a los veintiocho, tiene la vida un poco (bastante) patas arriba.
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*Nᴏ, ɴᴏ ᴇsᴛá ᴄᴏᴍᴘʀᴏʙᴀᴅᴏ, ᴇs ᴜɴᴀ ᴠɪʟ ᴍᴇɴᴛɪʀᴀ ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴍᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴇɴ ʟᴏs ᴘᴏsᴛ. Sɪ ᴀ ᴜsᴛᴇᴅ ʟᴇ ᴅᴀ ᴜɴ ᴘᴀʀᴏ ᴄᴀʀᴅɪᴀᴄᴏ ᴀ ᴘᴇsᴀʀ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀᴍᴇ, ɴᴏ ᴍᴇ ᴄᴜʟᴘᴇ, ᴛᴀᴍᴘᴏᴄᴏ ᴠᴇɴɢᴀ ᴀ ᴘᴇɴᴀʀᴍᴇ sɪ ᴇs ǫᴜᴇ sᴇ ᴍᴜᴇʀᴇ.