martes, julio 28, 2009
lunes, julio 06, 2009
Solo a mi me mandan a hacer un ensayo sobre el amor.
Los mejores momentos de un amor son aquellos en que te asalta una serena y dulce melancolía; cuando lloras y no sabes porqué; cuando reposadamente te resignas ante una desventura sin saber cuál es.
Giacomo Leopardi
sábado, julio 04, 2009
Un cuento.
Había una vez... Una muchacha bastante peculiar, una niña muy imaginativa y soñadora que siempre se encontraba inmersa en su propio mundo y solía no prestarle mucha atención a lo que pasaba a su alrededor. Tenía amigos y gente que la quería, y solía sonreír mucho.
Pero aún así... algo le faltaba, y ella se negaba a admitir qué era; era lo suficientemente orgullosa para negarse siquiera a pensarlo. Y eso le pasaba la cuenta de vez en cuando.
Un día cualquiera -no demasiado importante ni demasiado especial para recordar-, se puso a mirar las estrellas por simpre diversión. Lo que no esperaba era que las estrellas se le acercaran y le hablaran, encomendándole además una misión. Le dijeron que alguien había pedido desde lo más profundo del corazón un amigo, porque estaba convencido que siempre estaría solo. También le dijeron que ella debía ser esa amiga, pues era la única persona en el mundo que podría comprenderle por completo, incluso al punto de llegar a ser su reflejo hecho en carne y hueso.
Ella por supuesto en un principio no lo comprendió, por muy buena y solidaria que llegara a ser en ocasiones, esta vez el miedo la invadió e hizo oídos sordos al pedido de las estrellas. Los días pasaron, pasaron tanto que poco a poco se fueron volviendo semanas; la muchacha se negaba a mirar otra vez a las estrellas y hacía como si nunca nada hubiese sucedido.
Pero las estrellas son poderosas, y no se les puede ganar fácilmente solo siendo testaruda...
Luego de un tiempo, en una de sus habituales caminatas -que usualmente hacía para pensar y apartarse un poquito de la realidad de su mundo- sin razón alguna se puso a tararear una canción que particularmente le agradaba bastante, pensando que estaba sola y que nadie le escucharía. Sin embargo, después de un rato cantando, de la nada apareció un muchacho que se le acercó y le habló. A pesar de que ella no era demasiado elocuente cuando se trataba de hablar con personas que no conocía, ésta vez en el poco tiempo que lograron hablar llegó a darse cuenta de todas las cosas en común que tenían; volviéndose prácticamente inseparables. Pero la tarde fue traidora y pronto cayó la noche, y cada quien se fue por su lado.
La niña extrañaba a ese posible amigo, pero por mucho que quisiera ir a su búsqueda no lo hizo; se debatía constantemente en si era correcto o no dejarle entrar en su vida, sabiendo casi perfectamente lo que iba a suceder si lo hacía. Pero para su pesar -o no pesar-, no contaba con que el joven la encontrara a ella, volviéndose la señal que le mandaron las estrellas para que continuara por ese camino; para que se quedara ahí con esa persona tan particular, con gustos tan poco comunes y similares a los de ella.
Recordó el día en que las estrellas le hablaron, y lo que ellas le dieron al final fue justamente lo que necesitaba y jamás quiso pedir. Y se sintió más feliz que nunca, porque además de conseguir a su mejor amigo, encontró el pedacito de corazón que le faltaba.
Y hasta el día de hoy, cada uno por su lado agradece a las estrellas por tal regalo.
Luego de un tiempo, en una de sus habituales caminatas -que usualmente hacía para pensar y apartarse un poquito de la realidad de su mundo- sin razón alguna se puso a tararear una canción que particularmente le agradaba bastante, pensando que estaba sola y que nadie le escucharía. Sin embargo, después de un rato cantando, de la nada apareció un muchacho que se le acercó y le habló. A pesar de que ella no era demasiado elocuente cuando se trataba de hablar con personas que no conocía, ésta vez en el poco tiempo que lograron hablar llegó a darse cuenta de todas las cosas en común que tenían; volviéndose prácticamente inseparables. Pero la tarde fue traidora y pronto cayó la noche, y cada quien se fue por su lado.
La niña extrañaba a ese posible amigo, pero por mucho que quisiera ir a su búsqueda no lo hizo; se debatía constantemente en si era correcto o no dejarle entrar en su vida, sabiendo casi perfectamente lo que iba a suceder si lo hacía. Pero para su pesar -o no pesar-, no contaba con que el joven la encontrara a ella, volviéndose la señal que le mandaron las estrellas para que continuara por ese camino; para que se quedara ahí con esa persona tan particular, con gustos tan poco comunes y similares a los de ella.
Recordó el día en que las estrellas le hablaron, y lo que ellas le dieron al final fue justamente lo que necesitaba y jamás quiso pedir. Y se sintió más feliz que nunca, porque además de conseguir a su mejor amigo, encontró el pedacito de corazón que le faltaba.
Y hasta el día de hoy, cada uno por su lado agradece a las estrellas por tal regalo.
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