lunes, septiembre 26, 2011

Bailemos sin parar, en una melodía que sólo escuchemos en nuestras cabezas.

Y así, sin más, dejemos que el mundo aplauda al son de las risas.

sábado, septiembre 10, 2011

Tarot.

A mí no me gusta.

Porque yo soy la que construye mi destino, no las cartas.

lunes, septiembre 05, 2011

Historias.


Tú sabes que tienes a la persona que es para ti cuando no sólo te dice que te ama. Tu papá me hace reír a carcajadas, es atento, me corrige cuando necesita hacerlo, puedo enfadarme con él... Y aún así le amo en todo momento. Es de los hombres que ya no hay, de los que te impresionan todos los días y te hacen amarlos más a cada segundo.

Yo sonreí, no dudaba en ningún momento nada de lo que mi madre decía, había visto en casi diecinueve años de vida como cada una de sus palabras era la pura y santa verdad. Si yo misma tuviese la oportunidad de elegir, no dudaría ni un sólo segundo en perdirme una historia de amor como la de ellos.

—Hay una cosa que tú no sabes —Me giré hacia ella, muerta de la curiosidad—, o seguro no recuerdas. Hubo una ocasión, cuando tu hermana iba en kinder, que llegó a casa con un pedazo de chicle en la cabeza; no era sólo venir y arreglarlo, lo tenía en el cuero cabelludo y tú sabes lo largo que tenía el pelo... Yo no era capaz de ser tan cruel y cortarle el mechón completo. Recuerdo que me desesperé mucho, y lo peor de todo es que no tuve tiempo siquiera de pensar más, tenía que irme a una reunión, así que las dejé en casa con tu papá.
»Al regresar, estaba tan cansada que olvidé completamente el asunto del chicle en la cabeza, así que sólo me metí a la cama y dormí. Al día siguiente, despedí a tú papá y a ti y luego subí a preparar a tu hermana para su jardín. En ese instante, recordé todo y volvió a entrarme el pánico. ¿qué iba a hacer? ¿Cómo iba mandarla así a clases? La senté en una silla para peinarle el cabello, fui a ver donde estaba el desastre, pero no había nada...
»De pronto, todo tomó sentido en mi cabeza, ¡y me puse a llorar como una tonta! Me imaginaba a tu papá con sus manotas, con toda la devoción del mundo sacando cada pedazo del infame chicle sin que ni siquiera se lo hubiese pedido... Lo llamé, aún llorando, ni siquiera se me entendia bien lo que decía; él sólo se rió y me dijo: ¿Cómo no lo iba a hacer? Es nuestra hijita.

Tuve que mirar hacia otro lado, y me sorprendí sonriendo a pesar del nudo en la garganta y los ojos brillantes.