sábado, diciembre 21, 2013

Para nadie en particular

Y así como se alza mi voz de una manera inusualmente confiada, como entono los sostenidos para volver mi canción un vértigo, ¿así podrías sostenerme entre tus brazos? Mientras yo canto, y es mi canto el que dicta el vaivén de nuestros pasos.

Y me giro para verte. Y nos reímos. Reímos y es la más bella armonía.

Porque somos canción.

martes, julio 02, 2013

Un cuentito.

Tengo una amiga atemporal.

Pareciera que las horas, los días y los años pasan por su lado sin siquiera mirarla, tan inofensivos como la caricia del viento. Pareciera que saben que no deben prestarle atención porque, simplemente, ella no está bajo su jurisdicción.  

Yo sé que no está bajo su jurisdicción.

Tiene un cumpleaños, pero desde hace un par de años la fecha ha dejado de cumplir su propósito. Ya no hay nadie a quien engañar. A veces, cuando me siento particularmente nostálgica, me da por mirar fotos donde sopla las velas con una sonrisa en la cara; probablemente no era una sonrisa fingida, le conozco lo suficiente para saber que si yo era feliz celebrando su cumpleaños, ella también lo era. No sé si decir que las cosas eran más sencillas en ese entonces.

La fecha tiene aún cierto significado para mí, sirve para recordarla. A veces recuerdo cuando me dejaba tocar su piano porque ella nunca se molestó en aprender (me pregunto si eso era verdad), otras veces me pongo a preguntarle a la nada si ese error que cometió tenía un propósito. La mayoría del tiempo lo uso para pensar en cómo cobrarle por esos tres años gastados.

Es curioso, porque tal vez pensar en ella en esa fecha hace que cada año venga, eventualmente, a tomar una taza de té conmigo. Ella trae la torta.

Este año llegó hace un par de días. Ya no la esperaba, nunca había venido tan tarde. Creo que, en el fondo, es la prueba que me faltaba para confirmar que he aprendido a dejar de necesitar locamente ciertas cosas, ciertas personas. Cuando me vio, me dio esa sonrisa extraña que apareció en su cara cuando dejó de ser parte de mi mundo normal, hace unos años. Hay pocas veces desde ese entonces en que la he visto sonreírme como antes.

Hablamos mucho. Uno pensaría que una tarde no es suficiente para ponerse al día de todo, pero nosotras sabemos hacer cundir el tiempo. Le conté de las cosas que me han mantenido con rabia (ya no hay tristeza, sólo lástima, mucha lástima), de muchas otras cosas que sabía que le harían reír, me di tiempo, también, para enumerar todo lo que he hecho.

Le dije que me siento contenta, sola (de esa soledad deliciosa que te hace sentir capaz de hacer todo lo que quieras sin que nadie te cuestione, sin que nadie te limite)... Le dije que me siento libre.

Soy una persona que habla poco, la mayoría del tiempo prefiero escuchar. Y, aún así, es increíble que yo haya llevado la conversación la mayoría del tiempo. Como siempre, ella me cuenta poco y nada sobre lo que hace, sobre lo que siente.

Y, aún así, sé que la conozco por completo.

Al final de la tarde, nos despedimos. Me dio un beso en la frente y me dijo que iba a estar ahí. No lo dudo.



sábado, junio 08, 2013

Perhaps, when a man has special knowledge and special powers like my own, it rather encourages him to seek a complex explanation when a simpler one is at hand.
— Sherlock Holmes

sábado, junio 01, 2013

En el buen sentido.

A veces sólo basta un comentario.

jueves, mayo 09, 2013

:)

Just watch my wildest dreams come true
Not one of them involving you.

viernes, mayo 03, 2013


domingo, abril 28, 2013

No hay algo que odie más que esa tendencia de mierda que tengo a ponerme a llorar cuando me da rabia.

martes, abril 02, 2013

Pensamiento random.

Probablemente tengo los visitantes anónimos más amables de internet.

lunes, abril 01, 2013

Subir uno a uno los escalones, queriendo que el momento se extienda el mayor tiempo posible. Nervios. Las luces apagadas y las manos frías. Pasos torpes y la sensación de miles de ojos atentos a cada movimiento. El camino acaba y sólo queda el ponerse frente al micrófono. ¿Se podrá escuchar algo sobre el atronador sonido de los latidos del corazón en los oídos? ¿Dejarán de temblar las manos? Probablemente no, pero no importa mucho, el show sigue aún cuando uno está nervioso.

El micrófono está al frente, demasiado alto, y no queda otra que ponerse de puntitas para alcanzarlo. La música suena, tan conocida que probablemente podría tararearse al revés.

Respirar profundo, cerrar los ojos y refugiarse en el amor a la música. Cantar.

Cantar.

Y todo sale bien, pues, en aquel momento, no hay nada más maravilloso e importante en todo el universo. 

jueves, marzo 21, 2013

Vómito de palabras.

Quizás si pudiera desenredar mi lengua lograría desenredar también mis dedos, mis ideas fluirían y los nudos de las madejas de lana no serían tan difíciles de desatar. Quizás, también, se me solucionaría el eterno dilema de sufrir nervios y querer elogios, de cantar alto y temblar mucho, de tener frío y querer usar vestidos.

Quizás, podría escribir sin necesidad de hacer frases nada más porque me gusta como suena una posibilidad rondándote.

miércoles, marzo 13, 2013

Lights.


Y me dejaré el pelo bien largo.

domingo, marzo 03, 2013

Literalmente...

Un regalo de los angelitos.

sábado, febrero 16, 2013

La Catie que hoy existe.

Existe un verano bastante significativo en mi vida. No porque haya conocido al amor de mi vida, no porque haya tenido una de esas aventurillas que después se vuelven sensación de taquilla en los cines, tampoco porque me haya ido a recorrer Europa con nada más que un trozo de chicle en los bolsillos y una armónica. Este verano volvió a mí hace poco, sin mi permiso, cansado de estar enterrado en la montaña solitaria que son mis recuerdos.

Lo primero que llama la atención de mi pequeño relato es que, en ese entonces, yo no pasaba de los once años. "¿Qué tanto puede hacer una niña de once durante un verano?", se preguntarán ustedes. En cuanto a libertad, no mucho. De hecho, creo que mi memoria no me falla si digo que ese año ni siquiera me moví demasiado de mi casa. Sin embargo, el gran giro de acontecimientos se produjo de las maneras más inesperadas y —alegremente— de una manera que me hará atesorarlo por mucho tiempo más.

Mi pequeña yo mandaba cartas. Ponía todo mi esmero en adornas las hojas, escribir con mi mejor letra y llenar ambas planas. A pesar de que la amiga a quien se las enviaba (una ex-compañera de colegio a quien aún quiero muchísimo) vivía en la misma ciudad que yo, hacía todo el proceso de poner estampillas, ir al correo y rogar porque la dirección estuviera bien escrita y la carta llegara sana y salva a su destino. Así nos comunicamos durante meses, hasta que un día llegó un sobre bastante particular: Tenía mi nombre escrito muy pulcramente en su papel envejecido, las esquinas estaban decoradas de morado y si tenía remitente no me percaté en un primer momento; en un espacio y con un estilo de letra similar a los relámpagos estaba escrito "Harry Potter".

Sobra decir que me dio un ataque de pánico porque pensé que me había llegado una carta de Hogwarts. ¿Cómo le iba a decir a mi mamá que era una bruja y que no podía ir al colegio en marzo? ¿Me dejaría viajar hasta Inglaterra para aprender magia? ¿Dónde rayos iba a comprar una varita? Traté de pensar en la mejor forma de informarle las fantásticas noticias mientras abría el sobre con manos temblorosas.

No tuve que darle más vueltas al asunto porque resultó que sólo era otra carta de mi amiga. ¡Pero tampoco era una decepción porque me contaba cosas maravillosas! Además de decirme que me extrañaba y que le escribiera pronto, me contaba de un acontecimiento del que jamás había escuchado en mi vida: Su mamá le había reservado un libro que estaba por salir, y no cualquier libro, era el 5º de Harry Potter. Lamentablemente yo sólo conocía las películas porque en mi casa no compraban más libros que los que pedían para el colegio, pero decidí inmediatamente que aquello no se podía quedar así; ya me había leído todos los libros que me habían pedido para ese año en un par de semanas (un hábito que decidí adoptar porque los libros de mi curso anterior habían sido bastante buenos) y mi imaginación quería más y más. Así que corrí hasta mi mamá y le dije que debía comprarme los libros de Harry Potter.

Curiosamente —algo que me desconcierta aún hasta ahora— las cosas salieron mucho mejor de lo que esperaba. Mi mamá no sólo llegó con un libro de Harry Potter, sino que llegó con La Orden del Fénix cuando aún no se había lanzado en español; sólo hace poco comprendí que de alguna forma se hizo con un libro que tenía la traducción de un grupo de fans de internet. Encontré los instantes perfectos para comenzar mi lectura en mi tiempo libre durante mi taller de natación, entre el tiempo que yo tenía mi sesión y la de mi mamá habían por lo menos dos horas libres, así que yo iba y me refugiaba bajo algún arbolito a leer.

Nada de lo que me había pasado en la vida hasta ese momento fue tan fantástico como cuando empecé a pasar las páginas y todo un mundo que nunca había imaginado se empezó a construir frente a mis ojos. La piscina y la gente desaparecieron a mi alrededor. A veces escuchaba gente hablar con mi mamá cuando nos íbamos y decir que era increíble la rapidez con la que leía y lo quietecita que me quedaba. No me interesaba no entender un montón de cosas (era el primer libro de la saga que me leía) y que de repente en la traducción salieran notas como "Lo siento, no sé traducir la palabra que dice acá", aquel gordo libro en mis manos se volvió algo necesario e irremplazable. En poco más de una semana me lo había acabado y mi mamá encontró tan increíble que me lo hubiese leído en un lapso tan corto que no le tuve que rogar mucho para tener los tres primeros volúmenes en mis manos.

No cuesta mucho deducir que ahí se fue el resto de mi verano.

No sé cuántos libros me leí ese verano, pero aquel cambio fue tan drástico que jamás dudé al determinar cuándo mi hambre de libros se volvió algo más que disfrutar de los libros de mi colegio y sacarme puros 7 en las pruebas de literatura. Ese verano en particular es tan importante para mí por el simple hecho de que estableció los cimientos de quien soy ahora, generó el modo en que río, lloro, suspiro y sueño al leer, hizo que las letras fueran algo más que un medio para escribir ensayos en la universidad.

Mi corazón palpita en letras, mis ojos se pasan la mayoría del tiempo dentro de mi cabeza, explorando el sinfín de mundos que he explorado, los millones de vidas que he vivido con sólo voltear páginas. No hay imágenes más vívidas que las que he formado como interpretación de las palabras en mis historias.

Si la música es mi alma, los libros son lo que la atan a mi cuerpo y hacen que el mundo sea algo más que lo que pasan en las noticias. Un mundo que vale la pena vivir.

martes, enero 15, 2013

A veces me atacan unas ganas terribles de ser como Audrey Tautou en Hors de Prix.

jueves, enero 10, 2013

Hasta lo más profundo del mar.

Caminar sobre la arena y sentir las burbujeantes caricias de la espuma, esa brisa cortante que te llena de sal las mejillas. Sentarte con un buen libro sobre las rodillas o sacar una cámara y fotografiar la vida mientras pasa. Sumergirte en el refugio del agua, los latidos de tu corazón tamborileando en tu cabeza como única compañía.

Remolinos que juegan con tu cabello y lo vuelven una flama de colores que baila a tu alrededor sin música alguna. Peces que se aventuran en la cercanía de aquellas extrañas criaturas que habitan las costas del mundo, que se atavían con atuendos tan curiosos (y, por qué no, ridículos la mayoría de las veces).

Tal vez vuelves a la playa, te recuestas bajo una sombrilla. Alguien te despierta de aquella siesta a media tarde con un beso húmedo y frío en el cuello. Curiosamente no es extraño, no sientes alarma.

Tal vez, ese mismo alguien te toma la mano y poco a poco te guía entre las olas. Te toma entre sus brazos y susurra palabras que dejan de tener sentido porque lo único que importa es su voz, lo único que importa es esa risa que pareciera estremecer cada parte de tu cuerpo. No tienes deseos de deshacer aquel abrazo, ¿verdad? Se sumergen, y no tienes miedo porque ahí está ese alguien besándote y dándote ese tan preciado oxígeno con cada caricia.

Con los ojos cerrados, te dejas llevar hasta un fondo que nunca parece llegar.

No habría mucha diferencia si miraras, porque todo es demasiado oscuro para una criatura de tierra firme como tú.