martes, enero 15, 2013
jueves, enero 10, 2013
Hasta lo más profundo del mar.
Caminar sobre la arena y sentir las burbujeantes caricias de la espuma, esa brisa cortante que te llena de sal las mejillas. Sentarte con un buen libro sobre las rodillas o sacar una cámara y fotografiar la vida mientras pasa. Sumergirte en el refugio del agua, los latidos de tu corazón tamborileando en tu cabeza como única compañía.
Remolinos que juegan con tu cabello y lo vuelven una flama de colores que baila a tu alrededor sin música alguna. Peces que se aventuran en la cercanía de aquellas extrañas criaturas que habitan las costas del mundo, que se atavían con atuendos tan curiosos (y, por qué no, ridículos la mayoría de las veces).
Tal vez vuelves a la playa, te recuestas bajo una sombrilla. Alguien te despierta de aquella siesta a media tarde con un beso húmedo y frío en el cuello. Curiosamente no es extraño, no sientes alarma.
Tal vez, ese mismo alguien te toma la mano y poco a poco te guía entre las olas. Te toma entre sus brazos y susurra palabras que dejan de tener sentido porque lo único que importa es su voz, lo único que importa es esa risa que pareciera estremecer cada parte de tu cuerpo. No tienes deseos de deshacer aquel abrazo, ¿verdad? Se sumergen, y no tienes miedo porque ahí está ese alguien besándote y dándote ese tan preciado oxígeno con cada caricia.
Con los ojos cerrados, te dejas llevar hasta un fondo que nunca parece llegar.
No habría mucha diferencia si miraras, porque todo es demasiado oscuro para una criatura de tierra firme como tú.
Remolinos que juegan con tu cabello y lo vuelven una flama de colores que baila a tu alrededor sin música alguna. Peces que se aventuran en la cercanía de aquellas extrañas criaturas que habitan las costas del mundo, que se atavían con atuendos tan curiosos (y, por qué no, ridículos la mayoría de las veces).
Tal vez vuelves a la playa, te recuestas bajo una sombrilla. Alguien te despierta de aquella siesta a media tarde con un beso húmedo y frío en el cuello. Curiosamente no es extraño, no sientes alarma.
Tal vez, ese mismo alguien te toma la mano y poco a poco te guía entre las olas. Te toma entre sus brazos y susurra palabras que dejan de tener sentido porque lo único que importa es su voz, lo único que importa es esa risa que pareciera estremecer cada parte de tu cuerpo. No tienes deseos de deshacer aquel abrazo, ¿verdad? Se sumergen, y no tienes miedo porque ahí está ese alguien besándote y dándote ese tan preciado oxígeno con cada caricia.
Con los ojos cerrados, te dejas llevar hasta un fondo que nunca parece llegar.
No habría mucha diferencia si miraras, porque todo es demasiado oscuro para una criatura de tierra firme como tú.
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