He notado que a veces me pierdo en mí misma, como si no fuera suficiente perderme en el exterior.
O no me pierdo; me reemplazo. Me sustituyo a mí misma con otra yo. O existen muchas, y se relevan. O existen muchas y conviven en paz, y salen a pasear cuando les agrada más el día.
Hay una yo que se muestra cuando hay risas, le agrada el sonido de la gente feliz y por eso se las da de humorista. Hay otra que es más dura, que no le gusta la gente abusiva, las injusticias; reclama, se queja, se enoja. Se pone voluntariosa y no aguanta nada que le parezca una forma de maldad tanto para ella como para el resto. Hay otra que canta (¿o hay muchas que cantan?). Hay muchas ególatras, también.
Hay una que no me visita hace mucho tiempo. O cuando lo hace, es en la soledad, así que siento como si no estuviera.
Es dulce —no que las otras no lo sean, pero esto es distinto—. Pareciera que mira el mundo asomada desde una ventana, de puntitas, con las mejillas sonrosadas y los ojos bien abiertos, llenos de admiración. Tal vez es frágil, pero no en el sentido rompible (o quizás sí, un poquito), sino que sus emociones parecieran ser una segunda piel: Ríe, llora y ama como si la vida se le fuera en ello. Es cursi, y si de ella dependiera, su vida se pasaría en canciones que hacen cosquillas en la nuca y carreras entre las flores.
Está llena de flores.
Y caricias.
Y besos.
Y tal vez por eso la extraño. Es tímida, y a pesar de estar siempre detrás de la yo que se manifiesta, la misma que le dice "Anda, sale, yo te cedo el turno", no se anima a dejar que la vean. Le tiene miedo al mundo, y va de una persona a la vez.
Quisiera que saliera, porque es mi centro y de ella sale el resto.
O sólo hablo en metáforas y nunca ha habido más de una yo. Y esa faceta de mí sólo está destinada a salir cuando menos lo espero, con quien menos lo espero.
lunes, marzo 24, 2014
viernes, marzo 07, 2014
Epifanía IV
Si hay algo que puedo sacar de mis desventuras y todo ese jazz (aparte que cuando quiero escribo muy bonito y muy poético, especialmente cuando mi corazón toma las riendas de las manos), es que tengo una enorme y hermosa capacidad de amar.
No fue hasta que me dije "veamos que me dice la Catalina del pasado" que lo recordé. O más bien, ella me lo recordó. Esa certeza que tengo de que mi corazón, mi alma, mi todo, se transforma de una manera hermosa y comienza a trazar su camino junto al de alguien más. Que se abre y entrega frente a la promesa de un cuidado atento.
Que me gusta construír castillos de naipes. Y que es muy triste cuando se caen con la brisa.
Pero, maldita sea, no hay nada más maravilloso que admirar la magnitud de semejante creación.
No fue hasta que me dije "veamos que me dice la Catalina del pasado" que lo recordé. O más bien, ella me lo recordó. Esa certeza que tengo de que mi corazón, mi alma, mi todo, se transforma de una manera hermosa y comienza a trazar su camino junto al de alguien más. Que se abre y entrega frente a la promesa de un cuidado atento.
Que me gusta construír castillos de naipes. Y que es muy triste cuando se caen con la brisa.
Pero, maldita sea, no hay nada más maravilloso que admirar la magnitud de semejante creación.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)