Me siento un poco desconcentrada para escribir.
Bueno. Eso de lado, el otro día me atacó la nostalgia. Creo que soy un bicho medio olvidadizo, y me dejo arrastrar fácilmente por las garras de los buenos recuerdos; me pierdo en ellos, y una vez las cosas me dejan de dar pena, es como si tuviera feed eterno de serotonina en el pasado.
Así me encontré, el otro día; sorprendida por la ausencia de tristeza, de enojo.
No soy tonta, eso sí. Sé cuál es la función de la pena y el enojo: No olvidar, aprender. Evitar situaciones similares o afrontar con más cautela la siguiente vez. Le comentaba a mí psicólogo que quizás por eso no me he transformado en un ser sin esperanzas, un adulto fome; quizás tengo muy mala memoria.
Pero tengo buena estrella, o eso creo yo, al menos. El otro día me agarraron las garras de la nostalgia y acabé siendo arrastrada de vuelta, un cometa brillando en el cielo, gentil y hermoso.
Siento yo que me dijo, sin regañarme, que hay cosas mejores en el presente y ahí tengo que fijar la vista.