
Ninguno de los dos lo sabe, pero la mayoría del tiempo ambos se la pasan pensando en lo maravilloso que es estar en ese ahi.
En ese ahora.
Parece tan lejano que ambos se ríen cuando recuerdan lo complicado que se veía llegar hasta aquel punto.
Ella todavía se siente tonta y se ruboriza al recordar tantas noches en vela, tantas llantinas, tantas veces en que la nariz parecía un grifo sin control. Además, le da no-sé-qué recordar el vacío constante, el hueco en su cama que estaba guardado para alguien que merecía —más que nadie— estar ahí.
Él... Bueno, él no se ríe tanto cuando se acuerda de la terrible sensación de estar y no estar con ella en esos momentos; de ni siquiera poder rodearle entre sus brazos y susurrarle al oído que todo estaba bien, que estaba ahí para que no se sintiera sola.
Ella trata de disimularlo, pero la segunda cosa que más mira es el anillo que rodea su dedo anular con el nombre de él grabado.
A veces simplemente pasan horas mirándose, jugueteando con las manos y haciéndose morisquetas porque en el fondo son nada más que dos niños con demasiada felicidad para mantenerla dentro del cuerpo. Aunque, de vez en cuando, se ve un manchón de largo cabello castaño muy oscuro y una sonrisa con hoyuelos que grita "¡Alcánzame!" mientras parte a correr (sin mucho éxito, porque o él le altrapa a los dos pasos entre risas o ella se da de frentón en el suelo por tonta).
Él no para de decirle que es bonita, porque a pesar de todo el tiempo que ha pasado, ella sigue poniendo cara medio incrédula cuando le escucha.
Cuando uno de los dos toca la guitarra —o el piano—, el otro se encarga de dar propinas de leche condensada o pan con queso (los besos no cuentan, pero eso no es asunto para hablar ahora). No tienen que pelearse por las canciones ni por quién canta, porque pasaron tanto tiempo peleando por oírse las voces que cuando él habla, ella calla porque su sonido favorito en todo el universo es la risa de los ángeles; y visceversa.
'Luna de Miel' para ellos no es un término que define un viaje de ensueño a Londres, Venecia o París. En especial para esas dos personitas, partió en el momento en el que por fin el chocolate fue bañado por la dulzura de la miel y el sol. Como siempre debió ser.
Y, para cualquiera es curioso que después de tanto tiempo, sigan tarareando la misma canción de amor.
En ese ahora.
Parece tan lejano que ambos se ríen cuando recuerdan lo complicado que se veía llegar hasta aquel punto.
Ella todavía se siente tonta y se ruboriza al recordar tantas noches en vela, tantas llantinas, tantas veces en que la nariz parecía un grifo sin control. Además, le da no-sé-qué recordar el vacío constante, el hueco en su cama que estaba guardado para alguien que merecía —más que nadie— estar ahí.
Él... Bueno, él no se ríe tanto cuando se acuerda de la terrible sensación de estar y no estar con ella en esos momentos; de ni siquiera poder rodearle entre sus brazos y susurrarle al oído que todo estaba bien, que estaba ahí para que no se sintiera sola.
Ella trata de disimularlo, pero la segunda cosa que más mira es el anillo que rodea su dedo anular con el nombre de él grabado.
A veces simplemente pasan horas mirándose, jugueteando con las manos y haciéndose morisquetas porque en el fondo son nada más que dos niños con demasiada felicidad para mantenerla dentro del cuerpo. Aunque, de vez en cuando, se ve un manchón de largo cabello castaño muy oscuro y una sonrisa con hoyuelos que grita "¡Alcánzame!" mientras parte a correr (sin mucho éxito, porque o él le altrapa a los dos pasos entre risas o ella se da de frentón en el suelo por tonta).
Él no para de decirle que es bonita, porque a pesar de todo el tiempo que ha pasado, ella sigue poniendo cara medio incrédula cuando le escucha.
Cuando uno de los dos toca la guitarra —o el piano—, el otro se encarga de dar propinas de leche condensada o pan con queso (los besos no cuentan, pero eso no es asunto para hablar ahora). No tienen que pelearse por las canciones ni por quién canta, porque pasaron tanto tiempo peleando por oírse las voces que cuando él habla, ella calla porque su sonido favorito en todo el universo es la risa de los ángeles; y visceversa.
'Luna de Miel' para ellos no es un término que define un viaje de ensueño a Londres, Venecia o París. En especial para esas dos personitas, partió en el momento en el que por fin el chocolate fue bañado por la dulzura de la miel y el sol. Como siempre debió ser.
Y, para cualquiera es curioso que después de tanto tiempo, sigan tarareando la misma canción de amor.
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*Nᴏ, ɴᴏ ᴇsᴛá ᴄᴏᴍᴘʀᴏʙᴀᴅᴏ, ᴇs ᴜɴᴀ ᴠɪʟ ᴍᴇɴᴛɪʀᴀ ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴍᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴇɴ ʟᴏs ᴘᴏsᴛ. Sɪ ᴀ ᴜsᴛᴇᴅ ʟᴇ ᴅᴀ ᴜɴ ᴘᴀʀᴏ ᴄᴀʀᴅɪᴀᴄᴏ ᴀ ᴘᴇsᴀʀ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀᴍᴇ, ɴᴏ ᴍᴇ ᴄᴜʟᴘᴇ, ᴛᴀᴍᴘᴏᴄᴏ ᴠᴇɴɢᴀ ᴀ ᴘᴇɴᴀʀᴍᴇ sɪ ᴇs ǫᴜᴇ sᴇ ᴍᴜᴇʀᴇ.