martes, diciembre 01, 2009

Depresiva, sí.

La muñequita balancea los pies sentada en el estante, mirando, esperando. La habitación azul frente a sus ojos no cambia ni un poquito; pareciera que hasta las motas de polvo se han ocultado para dejarle sola. Las alitas de cristal no le sirven ni siquiera para volar por los alrededores; no quiere hacerlo, en realidad... No quiere alejarse de ahí ni un solo segundo ¡Qué desastre sería si no estuviera cuando el ángel regresara para jugar con ella!

A veces duerme a horas que no debe, el sueño llega para calmarle la ansiedad. Llega con consuelos de colores y momentos felices, brillantes y llenos de esencia de ángel, de su aroma.

Pero no ayuda, porque eso sólo aumenta su ansiedad.

Suspira a menudo. Si uno se fija con detenimiento (con esa atención que sólo los niños —o los ángeles— le dan a los adornos olvidados en estantes), puede notar que alrededor de cada diez minutos la mirada se le ausenta y los ojos de cristal brillan más que de costumbre, añorando el calor que ahora no está en sus manos.

El cristal es frío, claro, pero los ángeles tienen calor por dos.

¿Cuándo se hizo tan dependiente de sus caricias? ¿En qué momento una persona normal —sí, porque en el fondo sólo brilla más y tiene un par de alas—, con un corazón normal, con unos ojos de sol que mandan al cielo con sólo mirarlos se volvió parte de sus reacciones vitales? ¿Cuál fue el momento exacto en donde encadenó sus vidas a tal punto que el cristal se opaca cuando no está?

Porque de los pies a la cabeza está sin brillo, y sólo han pasado algo más de veinticuatro horas.


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*Nᴏ, ɴᴏ ᴇsᴛá ᴄᴏᴍᴘʀᴏʙᴀᴅᴏ, ᴇs ᴜɴᴀ ᴠɪʟ ᴍᴇɴᴛɪʀᴀ ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴍᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴇɴ ʟᴏs ᴘᴏsᴛ. Sɪ ᴀ ᴜsᴛᴇᴅ ʟᴇ ᴅᴀ ᴜɴ ᴘᴀʀᴏ ᴄᴀʀᴅɪᴀᴄᴏ ᴀ ᴘᴇsᴀʀ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀᴍᴇ, ɴᴏ ᴍᴇ ᴄᴜʟᴘᴇ, ᴛᴀᴍᴘᴏᴄᴏ ᴠᴇɴɢᴀ ᴀ ᴘᴇɴᴀʀᴍᴇ sɪ ᴇs ǫᴜᴇ sᴇ ᴍᴜᴇʀᴇ.