viernes, julio 30, 2021

Perdón.

 Yo hago playlists cuando agarro sentimientos.

jueves, julio 29, 2021

Les jours tristes.

 Curioso cómo funciona esto de la tristeza.

Nunca me había dado el tiempo de analizarla —sorprendente, lo sé, considerando que mi cosa favorita parece ser sublimar—, pero ocurre que esta tristeza en particular ha sido gentil en su crueldad y me ha permitido la claridad de mente para observarla mientras me despedaza de a poco. Mientras se transforma y me lacera de maneras distintas con los días, me doy cuenta que me deja vivir: Por las mañanas, aún puedo sentir el frío en mi piel, los sueños que persigo en el abismo de mi memoria, y la terrible inquietud de saber que a lo largo del día veré cosas que alimentarán mi pena.

Camino y veo lo bello del mundo; mientras observo cómo la niebla resalta particularmente las telas de arañas en las rejas, me ataca un pensamiento y siento la punzada en el pecho. Las náuseas. Casi un segundo después, me pregunto cómo sería mejor capturar esa pequeña belleza, si con una foto o un video.

He escuchado tanta, tanta música. Música triste, música para subirme el ánimo. Música que simplemente no puedo soportar en este instante. Una vez los sollozos de la primera noche se acabaron, después de que pude rearmarme lo suficiente para que no se me llenaran los ojos de lágrimas ante la menor provocación, abrí mis oídos a los acordes y la cadencia tranquila de los tambores, el constante y firme bajo y el dulce tono de las voces de todos esos desconocidos que me arrullan.

Aquí estoy, huyendo de la virtualidad a la vez que me quedo con lo que me sirve, haciendo mi propia versión del Tíbet. Recordando a Carrie Fisher diciendo que uno tenía que volver arte su corazón roto.

¿Cómo no hacerlo, cuando puedo sentir poesía en mis lágrimas?

A veces me siento muy, muy vacía. Por ratos siento que ese vacío se va a extender para siempre y me desespero. Ese bichito de la esperanza se sigue asomando y sólo hace que me duela más el tener que tumbarlo.

Lo gracioso es que así sobrevivo un segundo, y luego un minuto, y luego una hora. Ya voy en días. Y la tristeza evoluciona y yo sigo viviendo, tratando de no juzgarme mientras la siento.

martes, julio 27, 2021

jueves, julio 22, 2021

♥ Venus. ♥

 Qué rabia ser traicionada por mi propio corazón.

Que la cosa que más he ansiado, con la que he soñado desde que tengo memoria no pueda ser posible porque acabé siendo una planta carnívora en lugar de espuma de mar.

Que, al final, sea mi mayor enemiga y tenga que derrotarme a mí misma para amar bien.

Lo sé hace tiempo. Lo miraba así, de lejos, porque era una realidad de esas que a uno le gusta ignorar con la inocente esperanza de que se solucionen solas.

Si miro hacia atrás, sin embargo, el caminito de migas guía siempre hacia el mismo lugar. La evidencia es contundente; las fantasías y la creatividad, infinita. Es muy, muy difícil tener un espíritu que guía hacia el amor al mismo tiempo que se la pasa aterrado por la posibilidad de perder.

La venus atrapamoscas, exquisita y tentadora, nunca se cansa de alimentarse. Permanece ahí, invitando a las moscas a un destino poco alentador.

Saturno.

 Ay, ay, ay. Ay.

Quería plasmar aquí lo que me pasa, lo que me aqueja, lo que me acongoja.

Pero es tanto. Tanto, tanto. Tanto que pareciera que llevo meses con el nudo en la garganta. Tanto, que mis días se miden en cuánto me duele el corazón, en cuánto debo dejar atrás. En cuál será el sueño infantil que tengo que posponer esta vez.

Las explicaciones que le doy a esto son muchas: El crecer, el cambiar, el estar cansada a los veintiocho. Hoy, mi destino brilla en los astros.

La luna bajó con poca programación (gasp, una sorpresa) y me regaló un poquito de magia, de esa que se me había olvidado a medias. Me hizo mirar al cielo, a las estrellas —mucho más intensas, infinitas y trascendentales que yo— y arrullarme en mi propia pequeñez. Allá, en la nada, entre el polvo cósmico y la falta de oxígeno, entre los millonarios que buscan colonizar más y más, encontré que soy un puntito, y mis problemas un puntito más pequeño.

Que no soy la única que, a los veintiocho, tiene la vida un poco (bastante) patas arriba.