sábado, enero 25, 2025

Graciela, tú ganas otra vez.

 Hora de borrar los videos que grabé y desistir de lo que iba a escribir.

jueves, enero 23, 2025

Mer.

 Yo pensaba en su nombre. Azul, como el mar. Por ahí en el 2021, entre las entradas tristes de este blog, pensé hasta en hacerle canciones. Pisciana con emociones como un río.

Eso siempre lo odió mi psicóloga y, mirando hacia atrás, la entiendo. Me gusta sufrir bonito, me gusta darle sentido a esa desolación que en momentos específicos de mi vida me ha azotado con ganas. Y en esa búsqueda de arte ofrezco mi corazón a personas que no lo van a cuidar.

Miré y miré y miré las entradas de este blog. El otro día, leí hasta nuestro canal de Discord y lloré de madrugada.

Mer me hizo sentir tan vista, tan importante, que cuando me di cuenta que se había aburrido de mí fue totalmente devastador. Vergonzoso, incluso. Porque yo había agarrado sentimientos y ella no; a ella sólo le gustaba mi atención. Porque soy buena para dar atención, puedo bajar hasta la luna si creo que la persona destinataria de mis afectos me quiere de vuelta.

La linda Graciela, mi psicóloga, me lo decía mucho, y yo peleaba silenciosamente con ella porque si no amo, no vivo, si no soy capaz de mirar el mundo y verle el potencial, ver cuán hermoso puede ser con la ayuda del amor y la amistad y la esperanza, entonces para mí no tiene sentido vivir en él en lo absoluto. Resguardarme, en ese entonces, para mí era equivalente a matar mi esencia.

Pude ver mes a mes cómo Mer se iba con la marea. Primero, dejamos de hablar por Discord porque no tenía tiempo, después dejamos de rolear por lo mismo. Después me dijo que roleaba, pero que yo era soft y no me quería llevar a esas temáticas. En el intertanto me daba atención a goteo, cuando podía, y yo me sentía así como cuando a Jessie la encuentran debajo de la cama y su dueña le sonríe. Me decía que amaba hablar conmigo, que era su soulmate, su tecito de manzanilla porque la sanaba (Si el Hanahaki fuera una enfermedad de verdad, pensaba yo, esa sería exactamente la flor que me saldría en los pulmones), me hablaba tan, tan bonito, que a mí no me quedaba otra que sangrar y sangrar y ocultar las heridas y tratar de ser una buena amiga.

¿Por qué nunca dije nada? Creo que alguna vez lo discutí con mi grillo psicóloga: Porque las relaciones a distancia no funcionan —comprobado con otro trauma; gracias, Isa—, y lo que yo quería con Mer tenía que durar, y algún día iría a México y si ella estaba aún, se iba a intentar.

No hubo chance, por supuesto.

Porque después de todo eso, en nuestros momentos de conversación dulce, Mer me comenzó a contar de otra amiga, un patrón que yo reconocí al instante: Hablaban mucho, se quedaban hasta tarde, roleaban, jugaban Plato y escuchaban música. Yo vi sus roles; donde no había tiempo para mí, había párrafos y párrafos de texto a toda hora. Mer me contó que Tori, su amiga, le había comenzado a responder cortante, y ella no sabía qué significada.

Fui buena, dije yo. Y la ghosteé.

Uno ve a otros soldados enamorados, otras novedades que vienen a quitarte lo que has atesorado para ti. Yo contra eso no podía pelear, porque del otro lado había tiempo, intereses nuevos en común y ganas de arriesgarse, y yo ya me había vuelto cautelosa después de un par de corazones rotos.

Mer me habló un día, otro día, y yo me escapé donde mi abuelita (como estos últimos tres días en el presente). Me sirvió, igual que ahora, para desconectar y conectar a la vez con lo mundano y tangible. Antes de irme, le dije a mi psicóloga que si Mer me hablaba (tonta fantasiosa, yo), le iba a contar todo.

Mi psicóloga dijo: Llámala, que te de un cierre digno.
Yo dije, como una estúpida: Perfecto, le voy a cantar una canción donde vomite todo lo que siento.
Mi psicóloga dijo: NO.

Mi psicóloga, como ven, era muy buena en lo que hacía.

Mer me habló por Whatsapp dos veces para decirme que me extrañaba, nunca stalkeó nada porque yo no era lo suficientemente importante para que lo hiciera. Además, estaba ya de novia con Tori, en el idilio de los primeros días. Así que si yo estaba en segundo plano antes, ni siquiera había planos para mí en ese entonces, con esas circunstancias. Le dije que necesitaba hablar con ella por teléfono, y nunca lo concretó, siempre dijo que era difícil.

Y eso fue. Perdí como dos kilos de la pena, porque la situación y lo que veía/leía me daba tantas náuseas que no podía mantener la comida en el estómago por mucho tiempo. Me metí a Taekwondo, me echaron del trabajo y eso al menos me mantuvo ocupada concentrándome en la vida terrenal.

Mi psicóloga dijo que Mer y Tori no iban a durar y, dicho y hecho, terminaron semanas después. Qué mujer. qué pitonisa. Mer llegó a Discord a alimentar la mascotita del bot que yo le había hecho y que había abandonado. No respondí. En mi cumpleaños, luego, me di el autoregalo de usar el bot de nuestro canal de Discord como una rama de olivo. No respondió. Creo que se fue a fake, y yo ya estaba roleando con alguien más que también me rompería un poquito el corazón luego, aunque con Andi seguimos siendo amigas.

Le hice una carta, una que nunca le leí y que después borré. Allá por agosto del 2021 hay registro. Un día hablo de ella; al siguiente, me salgo de la fantasía que armé en mi cabeza respecto a una reconciliación y desecho la idea. Posteé una playlist que me imagino que nunca vio, y mucho menos se molestó en escuchar.

El hacer playlist me duró una amistad más. De ahí, aprendí que mejor no, porque la gente se va y los recuerdos de la música quedan y uno parece payaso haciendo esas cosas.

Ahora, como un fantasma de la fuerza en el universo de Star Wars tatuado en mi psiquis, una imagen de mi ex psicóloga observa cuidadosamente cada cosa que pienso, planeo y desisto de hacer, hasta la fecha que me he autoimpuesto como límite.

lunes, enero 20, 2025

And I ask to myself…

 … What are you trying to find?

domingo, enero 12, 2025

Hues.

 Desenterrando entre la música que me gusta, de pronto me acordé del sountrack de Amélie. Eso me hizo recordar dos cosas: La conversación que tuve hace un tiempo con un amigo sobre cómo él sentía que Ted Lasso resumía muy bien su mundo, y yo acoté diciendo que Amélie se sentía como el mío. La otra cosa que recordé es como siempre se burlan de las cosas que aman las mujeres, y que no hablo de esa película hace mucho porque hubo un tiempo en que los hombres eran insoportables si mencionabas Amélie.

La cosa es que, si bien me enamoré de Amélie hace una mitad de vida atrás, la niña que se asoma y se esconde de vez en cuando dentro de mí sigue resonando mucho entre esos matices de rojos y naranjas cálidos y esas melodías rápidas de acordeón que adornan la transformación de lo mundano en lo extraordinario. Hace mucho, mucho tiempo atrás (de las primeras entradas de este blog, debe ser), alguien me dijo que yo era su Amélie. Me pregunto en qué matices me vería.

A pesar de esta sensación de camaradería con Amélie, siempre he sentido la vida en mármoles y rosas, en violetas suaves de atardecer. En el verde del bosque, el pasto y el deslavado de las flores.

Hoy, que por accidente cambié un poquito los colores de mi blog mientras cambiaba el widget de Goodreads, sólo dejé los colores suceder.

martes, enero 07, 2025

El cierre.

 Quiero pedirte disculpas por ser aburrida, por quizás no pelearla tanto. Quiero pedirte disculpas porque quizás pensaste que te di por sent--

*dejar de escribir*

 Yo creo que a estas alturas hay que dejar de usar la palabra soulmate de aquí hasta la eternidad porque claramente es mufa.

Booboo the Fool.

[honk honk noises to hide the hearbreak]