Había una vez una niñita que se llamaba Catalina (Catita, para todos, eventualmente) y que fue criada con mucho amor. Tanto, que luego de un tiempo aprendió que no le gustaba que la trataran de otra forma. Nunca y bajo ninguna circunstancia.
En el jardín infantil, sus maestras intentaban llamarle la atención y tratarla con severidad. "Catalina", decían, en un tono muy serio, y Catalina las miraba con calma y les decía: "Si van a hablarme, díganme Catita con amor".
Y así quedó. Ya todas estas décadas después, las maestras siguen encontrándose a esa otrora niña en la calle, le dan un abrazo y sin titubear la llaman Catita con amor.
Catita con amor se ponía a llorar con las bromas pesadas de sus primos. Les decía "¡No me gustan esas bromas!", y sus primos se reían todavía más. Su abuelita tuvo que enseñarle a pegar.
Y era esa misma abuelita, esos mismos papás que la criaron con amor quienes luego la mandaban a hacer cosas con tono enojado. Catita con amor se rehusaba, obvio, porque no lo pedían con cariño. Por eso, tal vez, tuvo una relación extraña con la academia; sólo estudiaba bajo la promesa del amor y, cuando eso desapareció, dejó de hacerlo.
Catita con amor creció y creció pero esta premisa se mantuvo a pesar del tiempo, y era clara en pequeñas cosas: En la amiga que le regañaba y a quien decidiría, luego, no contarle más cosas; a la terapeuta que decidió decir las cosas con dureza, por lo que se rehusó, testaruda, a ocultar su esencia amorosa.
En esta tercera cosa, también:
Una conversación honesta, el equivalente en la inmaterialidad a una mano extendida, un intento de caricia, de abrazo. Palabras duras y defensivas de vuelta; un siseo, tal vez.
De vuelta, Catita con amor y un "Estoy conversando esto porque me importas y quiero entender, no quiero que peleemos, no estoy buscando atacarte".
Y su corazón descansó en el entendimiento, en el aprendizaje que creyó que había calado. En un corazón seguro.
Y Venus, Venus, Venus. Venus de pronto tenía todo el sentido.
Catita con amor, ahora, logró una cosa que había costado mucho sólo a través de la incondicional comprensión. Alguien entendió, por fin, y dijo: "Está bien, tú haces esto por esta razón, funcionas así y no tiene nada de malo" y de pronto todo se dio vuelta.
Catita con amor quedó sin razones para contradecir.
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*Nᴏ, ɴᴏ ᴇsᴛá ᴄᴏᴍᴘʀᴏʙᴀᴅᴏ, ᴇs ᴜɴᴀ ᴠɪʟ ᴍᴇɴᴛɪʀᴀ ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴍᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴇɴ ʟᴏs ᴘᴏsᴛ. Sɪ ᴀ ᴜsᴛᴇᴅ ʟᴇ ᴅᴀ ᴜɴ ᴘᴀʀᴏ ᴄᴀʀᴅɪᴀᴄᴏ ᴀ ᴘᴇsᴀʀ ᴅᴇ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀᴍᴇ, ɴᴏ ᴍᴇ ᴄᴜʟᴘᴇ, ᴛᴀᴍᴘᴏᴄᴏ ᴠᴇɴɢᴀ ᴀ ᴘᴇɴᴀʀᴍᴇ sɪ ᴇs ǫᴜᴇ sᴇ ᴍᴜᴇʀᴇ.