Corrió y corrió. Los pulmones le quemaban, las piernas le pesaban, los ojos le ardían. Cada paso que daba era como un agónico suplicio; lento, exasperante y horrible. No quería correr - es más - odiaba correr.
Pero tenía que hacerlo, porque era su último recurso.
Todo va a estar bien, todo va a estar bien.
Su cabello volaba tras ella, como un silencioso velo, único testigo de sus angustiosos pensamientos. Los brillantes ojos sólo tenía fijo un objetivo, a pesar de ser invisible: el motivo de la vida, las sonrisas diarias, los enamorados suspiros, las suaves caricias, los arrebatadores besos...
La otra mitad.
Todo va a estar bien, todo va a estar bien.
Entonces, casi como un último aliento para continuar - el único que iba a necesitar hasta dejar de correr -, en la lejanía pudo divisar una encantadora sonrisa, solo para ella. Pero fue suficiente, porque aunque apenas podía distinguir su silueta a la distancia, sabía que estaba allí; lo sentia en cada pequeño poro de su cuerpo, en cada diminuta descarga eléctrica que la recorría al ser tan solo consciente de su embriagadora presencia, en cada zancada que daba para llegar hasta él.
Todo va a estar bien, todo va a estar bien.
Y por primera vez en el día sonrió. Sonrió porque estaba completa, porque el mundo volvía a girar, porque sus mejillas comenzaban a encenderse y su corazón latía más rápido no por la carrera; sino por la emoción de estar a su lado otra vez.
Sonrió porque la estaba esperando y le extendía los brazos para que se acurrucara en ellos, para que los convirtiera en su hogar mientras pasaban las horas en su compañía.
Y entonces supo que todo estaba bien, mientras le besaban la coronilla con ternura.
¿La otra mitad? ..Yo hoy me siento completa, alfin. habia olvidado la emoción que produce el encuentro, tal y como lo escribiste.. es simple, pero no se explicarlo. privilegiados son los que aprecian el llegar hasta alguien para sólo decir HOLA.
ResponderBorrarte quiero amiga :)
andrés te manda saludos.