13 de septiembre.

De curiosa y aburrida me he puesto a buscar, solamente para comprobar algo. Aún puedo recordar muchas cosas, el nombre, la dirección, el celular, los regalos; probablemente sea porque mi memoria no es tan frágil.

Y encontré, exactamente lo que quería comprobar. Exáctamente lo que quería saber si continuaba.

Curioso la verdad... Pero ya no duele. Ya no se siente esa patada en el estómago, ya no quedo triste ni enojada, ya no hay melancolía.

Porque la herida se ha sanado, porque alguien con verdadero cariño, alguien que todos los días me puede sacar una sonrisa está ahí. Poco a poco pasan los días, las semanas, incluso meses y ni se aparece por mi cabeza. Ya no soy el ángel de nadie porque verdaderamente nunca lo necesitó, nunca lo fui en realidad; quise serlo, pero probablemente di más de lo que recibí. Ahora yo tengo mi ángel, ese que dice que me quiere todos los días.

Septiembre parece muy lejano...

Y al parecer esos dos años quedaron en un lugar, abandonados. Como si fueran tan iguales al resto de los catorce, más normales, incluso.

Y si lo pienso bien, lo único que lamento es haber gastado tanto saldo en mensajes de texto.

Pero no, ya no duele en lo absoluto.