martes, diciembre 27, 2016

El plot twist.

Y me caí al abismo.

Pero era un pajarito.

Y volé de vuelta.

miércoles, diciembre 07, 2016

¡!

Supongo que debo sentirme parecido a alguien que hipotéticamente mira el fondo de un abismo desde el mismísimo borde, y que tiene una persona detrás cuyas intenciones no sabe: o le toma la mano para que no se caiga, o es quien la empuja.
Es rara la oscuridad. Y no me refiero a esa oscuridad que tanto susto da, la que pareciera arrastrarse por la espalda como unas garras frías que quieren llevarse todo lo bueno del mundo, no. Hablo de la oscuridad que llega de a poquito, suave, la que nace siendo penumbra y de a poco se vuelve ama y señora del lugar.

Esa oscuridad que te llama a cerrar los ojos, que está presente cuando tu cuerpo está tan cerquita de otro, tanto, que puedes sentir cómo tu cara se abriga con el calor de la mejilla de alguien más. Y es oscuro e inquietante, eléctrico, casi; pero la anticipación es tan intensa como la calma de saber que una mano está entrelazada a la tuya, que te acunan contra un pecho cálido y te envuelve un perfume que no es tuyo, un perfume y una nube de menta que habla de expectativas que compartes con alguien más. La oscuridad te vuelve un ciego que se intoxica con otras sensaciones: el roce de unos labios, el retumbar de un corazón, el sabor de un beso conocido, su perfume, otra vez —ay, ese perfume que al día siguiente vas a buscar en tu ropa, porque estuvieron tan cerca—.

En medio de todo —¿o es después?— te preguntas si esta oscuridad funciona como un encantamiento, si hay algo en ella que te vuelve más valiente. Al final te respondes que no importa mucho, porque hay abrazos en la luz, antes y después. Es más como que funciona como un colchón para un cuerpo cansado, una brújula para alguien que busca guía.

Porque eso es al final. De alguna forma, los labios se encuentran sin esfuerzo, se acaricia lo que hay que acariciar y se encuentra aquello que nunca estuvo perdido, pero que tampoco fue buscado. Trae ideas, como sacarse los zapatos para que tus pies, siempre tan fríos, encuentren abrigo entre las piernas de quien te abraza.

Los abrazos, en la oscuridad, son como besos en el corazón, como un fuego suave en la base del vientre.

Esta oscuridad es rara porque sin ser tangible, cobija a quienes duermen juntos y se acurrucan en una pseudo cama improvisada. Auspicia besos dulces. Llega y se va dejando dos personas que de a poco abren los ojos y se sonríen.

jueves, noviembre 17, 2016


¿?

lunes, noviembre 14, 2016

Sigh.

Es chistoso esto de que te guste alguien.

Porque de pronto como que algo te hace sintonizar en la misma frecuencia, y es como si pasaras de ser un asteroide a la deriva a ser uno arrastrado por la fuerza gravitacional de un planeta entero. Y nadie ni siquiera se molestó en preguntarte a ti, el asteroide victimizado (tm), si querías pasar por ese planeta. Si era el momento adecuado para visitar un planeta.

¿Estás lo suficientemente protegido para no estrellarte, pequeño asteroide?

Entre todo, entre este empuje tan intoxicante e inevitable de la gravedad, entre la caricia sutil de este planeta —angustiante a la vez que emocionante—, te preguntas si el planeta sabe de su fuerza gravitacional.

Y la metáfora se muere, porque ni los asteroides ni los planetas tienen bocas para decirse cosas. Para besarse cosas. Y pareciera que cuando dejan de ser asteroides y planetas y se vuelven personas que entrelazan las manos en medio de la noche, que rozan nariz con nariz y se ríen bajito en la oscuridad, las cosas se tornan un poco más claras y todo se vuelve algo un poco más intercambiable entre los dos, que ahora son empujados por la misma gravedad.

¿Cierto?

Eso se imagina el asteroide, porque, ¿qué puede ser más claro que un beso? Así que orbitas alrededor del planeta en una explosión de luces. Y el planeta se mantiene ahí, silencioso.

Indiferente.

Y es ahí donde te indignas e intentas con toda tu potencia de asteroide soltarte de este terrible tirón de la gravedad, porque tú era feliz antes, vagando entre las estrellas. Y ese estúpido y feo planeta probablemente sigue pensando en algún viejo y brillante asteroide y quién sabe cuántos más están siendo arrastrados por su gravedad al mismo tiempo que tú.

Allá él. Allá tú.

Y si este asteroide tuviera banda sonora, probablemente sería Lemonade de Beyoncé. Porque esta personita detrás del cuerpo celestial trata tanto de cantar "boy, bye" que llega a dar risa.

Y todo sería tan fácil si las cosas se hablaran. Si por lo menos hubiera un corte limpio con el cual el asteroide se pudiera ir a recorrer el resto del espacio en paz para por fin volverse un planeta, un sol. Pero parece que las personas son más miedosas que los planetas, las estrellas, los asteroides y los soles, especialmente cuando tienen que verse las caras constantemente sin que sea incómodo.

La niña asteroide sigue su camino dejando una estela de luz a sus espaldas. A veces las estrellas le traen música y ella canta. A veces, una voz le responde a lo lejos. Siente empujones de gravedad de vez en cuando y, al buscar el origen de aquellos tirones, descubre con algo de sorpresa que el planeta sólo era un asteroide cuyo tamaño ella subestimó.

El otro asteroide a veces sonríe cuando la ve. Ella le sonríe de vuelta.

miércoles, octubre 05, 2016

Chronologie d'un baiser

It is like a secret.

No one knows you're suddenly holding hands, no one knows how fast your heart is beating (maybe the person beside you knows, but you're too nervous to ask.)

You can feel someone else's breath on your lips, you can feel someone else's heat on your skin. You can feel someone else's thumb caressing the back of your hand.

(You can feel the tension in the air, the moment before it happens.)

And then...

The kiss.


(Heaven.)

martes, agosto 16, 2016

El primero y en la playa.

... Y miraron al sol esconderse en una explosión de colores.

domingo, febrero 14, 2016

L'amour

Lo bueno de ser una romántica empedernida es que puedo amar el amor en todos lados.

jueves, febrero 04, 2016

Le extraño ahora mismo sólo porque podíamos despotricar juntos.