lunes, noviembre 30, 2020

99%

El otro día soñé algo bastante particular.

Ya no lo recuerdo tan claro, y me reclamo a mí misma por no haber venido antes a registrarlo, pero es lo que es: a veces, lo único que nos queda es una memoria difusa y una emoción intensa en el pecho.

Recuerdo que estaba en un lugar con muchos asientos. Un auditorio, quizás. Tenía ese aire de grandeza artificial, de luces grandes y voces tronadoras. A media luz, un grupo de personas presentaban gráficos impresos en cartón a una audiencia inexistente. Yo, inmaterial, me movía entre ellos por el escenario, tomando detalle de sus facciones deformadas por las intensas luces.

Un par apuntaba con ahínco a un primer gráfico que detallaba lo siguiente:

Sólo el 22% de las personas considera en su futuro el deseo de tener hijos.

Mi yo onírica observó en silencio este gráfico, su ceño fruncido mientras intentaba descifrar la seguidilla de pensamientos que rondaban atropelladamente por su cabeza. Tenía sentido, ¿no? Al final, hay demasiadas variables involucradas para sólo decir que sí.

Después de un debate agitado del que ya no me acuerdo, otro par reveló un segundo gráfico:

El 99% de las personas cree que allá afuera hay un amor verdadero.

Y no sé si desperté después, pero hasta ahí me acuerdo. Ahora, escribiéndolo, pienso que tal vez la interpretación de los sueños algo tiene, pero no me quiero analizar. 

 

jueves, noviembre 26, 2020

Ughhhhhh.

 De verdad que los ríos a veces separan su cauce porque así les lleva la corriente y eso está bien.

miércoles, noviembre 18, 2020

Diógenes.

 Cuánto de mí

serán yos guardadas,

llenas de polvo

en estos planos secos.

Cuánto de mí

serán cosas que no recuerdo

hasta que me hacen falta.


Cuánto de mí

serán cosas

que no he inventariado

pero me forman igual.

miércoles, octubre 28, 2020

Agua.

Me grita el cuerpo:

Quiero danzar.

lunes, septiembre 28, 2020

4380

 Día curioso en el que supero mi marca de escritura desde 2009.

2009. Un año que recuerdo con cariño a pesar de las enormes pérdidas. Un año en que salí del algodón de la vida para sentir, sentir, sentir. Y vaya que sentí y amé y conocí y extrañé y lloré y mis palabras volaron como drenaje para cada uno de los alborotados latidos de mi corazón.

Las flores de ayer ahora son pausas. En el día más lleno de viento que recuerdo de lo que va del año, siento como si la mitad del tiempo la pasáramos congelados. En criogenia, con el cuerpo rígido, atrapado en un grito que no sabe dónde salir.

Sentir, sentir, sentir. Sentir tanto que te abruma, a veces. Hace poco mi papá me dijo que desde siempre llevo más energía que la que mi cuerpo puede acarrear, por eso me paso cayendo. Ahora que parece que toda yo es energía y el mundo mi cuerpo, sentí lo mismo por un rato y tuve que bajarle el ritmo.

Ahora, con este viento, siento que ya el mundo está volviendo a acoplarse a mi energía.


lunes, septiembre 21, 2020

La balanza.

 Creo que hace unos meses había hablado de esto.

De cómo intuyo que la gente me ve, de cómo me pone contenta sentir que me deseen bien, que se alegren por mí. Es bonito porque quiero a mucha gente.

Soy un ser de octubre y primavera, tengo esta manía de siempre tender a sacar lo mejor de mí, de nunca estar satisfecha. Desde chica. Me he dado cuenta que ni siquiera es tanto una cosa de competencia, si no de estas ganas de siempre de querer vivir una vida extraordinaria. Y para eso, siento que yo debo serlo, también.

He visto otra gente extraordinaria nacida bajo cielos similares. Les veo empujar ese límite alto, alto, entre danza, entre voz, entre bondad e infinita creación, entre profunda belleza y elegancia. No me siento tan sola en mi cruzada, y sé que seguramente sus mentes a veces están en tormenta como la mía, pero verlos desde fuera me hace poner todo en perspectiva. Es como mirar una parte de ti, un poco, en otros universos y cuerpos.

A veces me llegan retazos de cómo me veo desde fuera y me gusta mucho. A esta Catie, desde fuera, la ver brillar, la ven reflexionar, la ven luchar con pasión por lo que le parece justo. Y me late fuerte el corazón.

Me hacen recordar con mucho cariño que debo, además de quererme, ser gentil conmigo misma, porque así danzo, amo y canto más bella que nunca.

martes, septiembre 15, 2020

Septiembre.

 Tantas cosas festivas en este mes que nadie más ve.

viernes, septiembre 11, 2020

Espanto y empatía.

 Es súper sencillo desconectarse. Fácil. Sin esfuerzo.

Vivir pretendiendo que no pasa nada, que el dolor del otro es algo que puedes ignorar porque si no lo pescas, nunca se registra en tu órbita.

Cuando miro hacia atrás y pienso en la Catie de hace diez años, creo que mucha de su plenitud en ese momento tiene que ver con que estaba desconectada. Su preocupación se limitaba a un puñado de personas cuyas vidas, también, estaban bastante desprovistas de preocupaciones.

El sufrimiento, la carencia, la pobreza, todas esas cosas que su propia familia había vivido una generación atrás y contra las que había luchado incansablemente para nunca más tener que enfrentarlas, eran algo que en aquel momento sólo era racionalizado por todos como flojera, como comodidad. En la búsqueda por asomar la nariz en un poquito de dignidad, parece que las personas quedan tan traumatizadas, tan expuestas, que el costo de lograr llegar al punto en el que están es observar para siempre su propio esfuerzo como algo único y extraordinario. (Y lograble). Porque nadie les ayudó.

A los que quedan atrás, nadie les ayuda tampoco.

El camino a la empatía, como antes he dicho, es doloroso; es un montón de mirarse al ombligo y cuestionarse e incomodarse y no conformarse con el nivel de comprensión que uno tiene ahora. Es juzgarte duro cuando te acuerdas de cosas como que no querías ir al Museo de la Memoria porque te habían hecho creer un montón de mentiras y tú tampoco lo cuestionaste más allá. Es ver a tus papás, a quienes les hacían ropa con sacos de harina y que se desmayaban de hambre cuando chicos y no entender cómo es que a ellos les mintieron también si estuvieron ahí mismo.

Es sentir el nudo en la garganta y escribir porque no sabes qué más hacer con estos ojos llenos de lágrimas y el dolor profundo e infinito que casi un país entero tiene mucho miedo de recordar y sentir por sí mismo.

jueves, septiembre 03, 2020

La traición.

 ¿Evitaré cosas para no añorar?

Me enfado conmigo misma porque no sé bien qué quiero; qué es, realmente, eso que ansío tanto. ¿Qué será esa falta que me llena la garganta de papel y me transforma en seda el corazón cuando me despisto?

miércoles, septiembre 02, 2020

Más o menos a 65 ppm.

 Nunca te he pensado como mi amante

y, quizás, ya va siendo tiempo de que lo haga.


A ti te lloro, henchida en emoción. A ti dedico horas y horas de mi vida sin siquiera pensarlo dos veces. Tú prevaleces cuando lo que te acompañó se marcha una y otra vez; y ahí estás para secarme las lágrimas con besos de tétradas, armonías en terceras que flotan a un centímetro de mi corazón.

Me acoges con abrazos de sol, de agua, de susurros que sólo escuchamos las dos en lo más profundo de una fantasía. Tomas mis manos, mi voz, y la haces algo nuevo: algo tímido y esperanzador. Me besas los dedos, crudos y adoloridos, porque lo único que me importa es escucharte.

El sueño siempre te incluye, porque sin ti no tiene razón de ser, y nunca me había dado cuenta.

¿Sería tan importante aquello que quiero si tú no estuvieras ahí para hacerlo extraordinario?

jueves, julio 30, 2020

🎶

Y mi voz vuela, vuela, vuela.

Ligera y clara, a confines desconocidos donde ni siquiera yo puedo alcanzarla.

viernes, julio 24, 2020

Espejo.

No sé por qué me vendrá siempre esta sensación de ambivalencia.

No nos conocemos en sí. Yo sé de ti, pero tú no tienes idea de mí. Sin embargo, es posible que conozcas mucha gente como yo. ¿Habrás hablado con ellas?

Creo que somos almas afines. Te mueven las historias, la música y la suavidad de la vida. Resonamos en lo más profundo pero, como no nos conocemos, no podemos tener al cien por ciento esa certeza. Seguramente, entre tú y yo, hay mucha gente que resuena de la misma manera.

Me he enojado contigo varias veces. Cuando se me pasa —porque siempre se me pasa—, me pregunto a mí misma si no será porque de nuevo nos parecemos mucho, y ese enojo es una reacción a lo que no me gusta de mí, a lo que quisiera hacer mejor. Si me enojo, también, porque un montón de gente te defiende con dientes y garras y no me gusta que idolatren a las personas así. Por extensión, no me gustaría que me pusieran a mí en tremendo pedestal. No me conocen. A ti, tampoco.

Hemos hecho las paces en una pugna que creo sólo existe en mi cabeza, pero que se reproduce cual onda en el agua uno lo quiera o no. No creo, de todas formas, que las pugnas contra ti tengan la misma razón que la mía. Al menos sé que no hay daño, porque nunca te enteraste.

Tan sólo desearía que me dejaran estar en paz contigo, en paz.

jueves, julio 16, 2020

Mantra.

No tengo todas las respuestas y eso está bien.

IV.

Entre espera y espera se nos va la vida, y pareciera ser cosa de occidente el no disfrutar el viaje porque estamos demasiado preocupados de cómo va a finalizar.

Me pregunto cómo serán esas valiosas ocasiones en que puntos distintos de vista dialogan y se nutren para volver igual de importante el trayecto y la conclusión. Siento que el no poder hacerlo por nosotros mismos también nos tiene así en esta especie de tiempo muerto —que no es realmente muerto, al fin y al cabo, sólo es distinto y estresante y diferente a cualquier cosa que hayamos experimentado antes—, temiendo perder un año, haciendo duelo por todos esos planes que se retrasan o desaparecen en medio del no poder predecir qué va a suceder.

El capitalismo tiene un montón de culpa en esto, creo yo, porque hay un punto en que necesitas tener la certeza de que no te vas a morir de hambre para poder darte el gusto de soñar, que vas a poder satisfacer tus necesidades básicas para tener el privilegio —es sólo dignidad, musita una parte de mi cerebro, pero acá la dignidad parece haber sido horriblemente transformada en lujo— de mirar alrededor y disfrutar del viaje que te está llevando a algún lugar. Siento que, de tener esos pisos, todos podríamos ser un poquito más soñadores, más arriesgados, podríamos ir por la vida con el corazón un poquito más ligero. Y yo no me sentiría como alguien que batalla sola en una arena gigantesca.

Diez años escribiendo este blog y recién ahora menciono el capitalismo. El viaje de la empatía es súper, súper largo y nunca acaba.

viernes, julio 10, 2020

*click*

Interpretar, interpretar, interpretar.

Hoy ha estado lleno de interpretar. Lo más seguro es que los otros días también, pero no he estado tan pendiente de ello. En ocasiones, es entretenido el pensar en cómo tu vida self-centered es sólo el personaje incidental en la vida del otro. También te ayuda a poner las cosas en perspectiva y tener un poquito de humildad, creo yo.

Me pasa que creo tener una idea de quién piensa en mí, para quién soy importante o quién me guarda cariño. Y, como en muchas ocasiones en que aprendo cosas nuevas, parece que no tengo tanto esa idea.

Es lindo, en cierto modo, saber que hay mucha más gente que te tiene cariño de la que tú piensas. Y es reconfortante, también, el saber que no te has dado cuenta porque no lo andas buscando abiertamente.

miércoles, julio 08, 2020

Té.

Es hasta un poco encantador.

Veamos; ella busca esta hermosura en la vida. Estas pequeñas, importantes cosas que le dan brillo a lo cotidiano, que arman una lista permanente de momentos a esperar con ansias, de fotografías —tanto reales como las que solamente guarda en su memoria— que se quedan presentes para siempre, testimonios de instantes atesorados.

Devora atardeceres, cielos, flores, cartas, canciones. Llena su rutina de colores, de sabores reconfortantes, de pequeños rituales que le hacen sonreír. Cada paso es una nota, cada exhalación una melodía. Cada pena, un solo profundo. Las alegrías son fanfarrias, nunca una igual a la otra.

Y suena profundamente hermoso, como ella desearía. Pero también bastante estándar. Replicable. Aséptico.

Quizás por eso se le escapan las particularidades sin que se de cuenta. Lo que vuelve la experiencia única y propia.

Quizás, por eso, se le derrama el té a la primera y tiene que correr a buscar estropajos.

lunes, julio 06, 2020

Los pequeños triunfos

Hay algo maravilloso en poder tener cosas que esperar conforme pasan los días.

domingo, junio 28, 2020

La espera (o el existir) eterno.

Especial como soy, a veces me viene la ansiedad de querer tener todo lo que espero ahora, sobre todo cuando lo que sea que me tiene dando vueltas en este mundo me manda señales de que seguramente no estoy sola en mis fantasías diarias y que, en algún lugar, hay personas con estas mismas ansias de más a las que seguramente se les hincha el pecho igual que a mí cuando me pongo a pensar mucho en esos sueños.

En la realidad, somos siete billones de personas en esta esferita azul que flota en la nada y, por mucho que quiera, no puedo controlar la magia que me va a hacer —o no (es una posibilidad, una que no quiero pero que existe al fin y al cabo)— cruzar caminos con estas personas. A veces es difícil llevar la luz y las chispas, la forma distinta de enfrentar este mundo sola. Me da miedo que me ganen en encontrar a estos individuos hipotéticos por mucho que a mí no me moleste esperar. Esos son los momentos en que, creo, me falta la piel y el toque humano, y el encierro debe contribuir un montón a sentir esos vacíos con más fuerza.

Me gusta mucho pensar en la yo de diez años atrás que esperaba exactamente lo mismo y saber que no la decepciono. Que, a pesar de diez años más de espera, no me rindo. Que no por estar sola, voy a ser menos feliz. Y, tengo que admitir: fantasear con personajes ficticios lo hacía mucho más fácil, porque en el fondo sabía que no los iba a poder encontrar. Soy más valiente ahora, porque tengo ese confort y aún así decido mirar afuera.

La incomodidad

Creo que el último año ha sido repetirme constantemente que las emociones no son buenas ni malas; sólo son. Me lo repito por trabajo, por suerte, pero también sirve como una especie de recordatorio para momentos muy puntuales.

Como este.

No suelo sentir esta clase de incomodidad a menudo, lo que me hace estar todavía más vigilante de mis actitudes, como desastrosa libra que soy. Eso pasa cuando uno trata de pasar la vida intentando no quitarle derechos a nadie y, en general, buscando formas de ayudar a que todos tengamos dignidad y un buen pasar en este mundo.

Será el encierro, que impide que uno pueda moverse, o el hecho de que en las últimas semanas esto del activismo performativo ha salido mucho a colación, cosa que igual es buena. Pero es cierto que la digitalidad es cómoda, que llenar de cosas para visibilizar y sentirte bien con eso es cómodo.

"Pero yo pongo el cuerpo", me digo.

Y sí, lo hago, pero eso no es un ticket de permiso para dejar de cuestionarse, para dejar de intentar hacerlo mejor. Para no conformarse.

Esta incomodidad, en cierto modo, es bacán. Me avisa que envejezco, pero que al menos intento no arrastrar malos hábitos.

jueves, junio 25, 2020

Siiiiii(...)iiiiigh.

¿Cuándo se acabará esto de ofrecer la mano y que te tironeen del brazo entero?

lunes, junio 22, 2020

Si la luna lo permite...

Se siente el crecimiento. La cautela.

No que no lo esté disfrutando de todos modos.

sábado, junio 20, 2020

Algún día, si soy famosa.

No sé si llegarán al punto de analizar mi mundo interno, pero como he podido ver, es muy difícil que realmente alguien logre interpretar lo que pasa por la mente y el corazón de una persona todo el tiempo.

Es probable que le atinen muy bajo o muy alto: se van a formar una idea de alguien muy trivial o, de lo contrario, van a armar a alguien con un cerebro de galaxia muy grande que seguramente me va a dar envidia. Con enlaces y pensamientos y referencias que ni en un millón de años se me hubiesen podido ocurrir.

El ejercicio de imaginarlo es curioso. Hay cosas que son muy obvias para mí que el resto ni siquiera parece lograr registrar. Cosas mías, que me hacen yo, que ni la persona que más tiempo ha vivido conmigo parece poder identificar. Pero así funcionan los mundos internos, para eso están hechos. Y está bien así.

(Sí, puede que esté haciendo una competencia con mi contador de entradas anuales)

A veces —y en los últimos años con infuriante frecuencia—, la normalidad parecía absorberle. Le nublaba los ojos y ralentizaba sus pensamientos. Las invisibles garras, inclementes, le agarraban y retenían hasta hacerle incapaz de recordar poco más que su nombre y lo básico para sobrevivir. Días, noches, semanas interminables que se repetían en el mismo patrón. Y, a veces, lo que más le asustaba era llegar a pensar que, en realidad, vivir así no era tan malo.

Y en cierto modo, tenía razón; vivir así no era malo, pero sí muy aburrido. Hasta mediocre. Todos podrían vivir así, todos podrían pasearse por esta vida sin hacer mucho más que existir.

Pero para alguien que constantemente buscaba lo extraordinario, vivir así definitivamente no era suficiente.

jueves, junio 18, 2020

¿Es rencor?

¿Es orgullo herido? ¿Es envidia? ¿Es tener humanidad?

No sé. Tampoco sé si alguna vez logre saberlo con claridad.

Quizás juzgo más fuerte por todas estas cosas. Quizás es cierto que soy más dura con la gente que quiero o he querido mucho. Quizás, es verdad que como pongo mi corazón ahí, mis expectativas de cómo son como persona suben inmensamente. Aquí, en este caso particular, creo, pega un poco como si fuese un familiar: un montón de años fueron compartidos con mucha fuerza e intensidad; vergüenzas, risas, gustos afines, compañía.

Y las cosas cambian, uno cambia, los otros cambian. Los caminos se separan y te preguntas si es tu culpa que se hayan separado o sólo estaba destinado a pasar así. Tú reniegas de cosas y otros se meten más en el cuento, y al mismo tiempo parece que ese cuento requiere un cambio completo de personalidad y formas de relacionarse. Tomas distancia, pasan más cosas, te pasan más cosas. Te guardas, te cuidas.

Y se te reprocha y te da más rabia y el camino se ve cada vez más distante del tuyo. Tanto, que hay otros caminos más cercanos que quedan en medio. Puedes ver como esos dos caminos interactúan, se unen, se desunen. Un camino pasa por encima del otro y ya no parece un paseo tan bonito.

Te da más rabia. ¿Lo peor? No puedes hacer mucho porque tu camino está lejos y se sigue alejando. Y parece que no vas a retroceder en tus pasos.

Dios, cómo odio a los psicólogos.

miércoles, junio 17, 2020

El checklist de la obsesión.

[  ] Ser bonitos.
[  ] Cute hairstyles.
[  ] Meaningful lyrics.
[  ] Melodías que me aprietan el corazón en el mejor de los sentidos.
[  ] Personalidades de dorks.
[  ] Material para hacer mi imaginación volar.
[  ] Capacidad para mejorarme el día en un instante.

martes, junio 16, 2020

Nowhere man, can't you see me at all?

De repente hay muchas cosas que me hacen creer en eso de que el tiempo es circular.

Cosas de la Catie de antes y la Catie de ahora que se repiten como si sólo nos hubiésemos dicho un hasta luego. La expectación, el soñar despierta, el entusiasmarnos por las mismas cosas, igual y diferentes a la vez. Igual como las distintas.

Quizás la baby, baby Catie era pitonisa también. Quién sabe. Parece que tengo esa facultad maravillosa de andarme sorprendiendo a mí misma constantemente.

Por ahora, me quedo con esas cosas suaves, simples. El disfrutar una música que te hace sentir bien y escuchar discos, tras discos, tras discos, perdida en un mundazo precioso y lleno de color y poesía, letras y melodías que parecen cantarme de una manera especial hecha sólo para mí.

martes, junio 09, 2020

Y resulta que mi psicóloga (una vez más) tenía razón.

Uno comienza a comportarse de forma auténtica, a hacerlo porque y no por el resto...

... y las cosas que andabas buscando llegan solas.

lunes, junio 08, 2020

El /crecer/.

Cuando eres chico, te acostumbras a recibir, recibir, recibir. Comida, cariño, cobijo, abrazos, risas. Cuidado.

Conforme pasa el tiempo, vas aprendiendo a dar cosas también. Porque te nace, porque te es cómodo dar en ese momento. Creces un poco más y te vuelves consciente de que dar es algo bueno, que uno tiene que tender a dar aunque no sea cómodo todo el tiempo. Hay que pensar en el otro y, si entre todos damos, todos recibimos un poquito también.

Así, nadie está obligado a dar de más.

Pasa más tiempo y ya no recibes tanto. Tú tienes que darte la comida; recibes cariño, sí, pero se entiende que tienes que darlo de vuelta. Te entregas cobijo, das y recibes abrazos, risas. La mayoría del tiempo te cuidas solo.

Y yo sé que es genial recibir todas esas cosas, para qué vamos a mentir; a nadie le molesta recibir. Pero crecer y dártelas tú mismo también es humano. Para el otro, sobre todo.

viernes, junio 05, 2020

A veces me gusta pretender que el viento y yo somos cómplices.

Mientras camino, finjo que una fuerza invisible toma nota de mis pasos. Esta entidad observa cuidadosamente mientras cruzo la calle y le sonrío a las hojas en el suelo. Pausa un segundo, justo como yo, cuando la accidental paleta de colores —un pedacito de arte en medio de lo cotidiano— me roba el aire de los pulmones. Quizás, igual que yo, busca desesperadamente cosas bonitas para sentirse bien.

Y ahí es donde nuestra camaradería empieza. Un acuerdo implícito del que ninguno de los dos habla. Yo soy el cuerpo, la materialidad que tanto ansía; el viento es esa extensión invisible a la que no puedo acceder: la magia de diario. Yo doy un paso tras otro, con las manos en los bolsillos porque hace un poco de frío, y la brisa mueve los árboles y mi pelo, y vuelvo a sonreír porque sólo puedo imaginar cómo se ve desde fuera. Un trozo de arte, yo también.

En ocasiones nos volvemos un lienzo completo; el viento, las hojas, el cielo y yo: una mezcla de palpitaciones, luz y sombras que acompañan la más grande explosión de colores, el espectáculo diario cronometrado para mis ojos. Lilas, rosas, naranjas suaves, las nubes, suaves también, mi corazón acompañado en la suavidad.

El viento, cuidándome.

lunes, junio 01, 2020

Lazos.

Ya, tengo que admitir que sí es un poquito como forzado. Prendo el notebook sólo para darme este ratito para escribir, pero también es porque quiero. Como que reabrí una cosa que ya no está en mi control, que ya agarró poder por sí sola; el verme ahí en un cúmulo de letras que luego no son letras y que, sin yo saberlo muy bien, se vuelven un pedacito de mí. Me secuestran las manos y me susurran al oído que las adorne como hacía antes, que busque palabras de muchas sílabas que suenen bonito, pero creo que todavía me queda un poco de reticencia: Hay otro susurro un poco más quieto que me pregunta si el querer hacer eso no es como emular algo de forma artificial.

Luego, mientras escribo, mientras la noche está quieta y sólo me acompaña el silencioso ronroneo del disco duro y el tac tac tac de mi tecleo, me doy cuenta que he caído en lo mismo, y solita me respondo que tengo que dejar de pensar en mí como dos personas de un antes y un después, que somos la misma, que siempre lo hemos sido. Antes me describía en capas, tenía claro cuándo salía una y cuándo la otra; creo que es la itinerancia de cada una lo que ha cambiado y me ha hecho creer que sólo porque una yo se haya quedado más tiempo fuera, las otras desaparecieron.

Es chistoso esto de los mensajes, de las señales y de las cosas que de improviso llaman tu atención para darte claridad en algo. El otro día, leí que en la vida hay que ser pétalo y espina, y creo que lo entiendo.

Una flor sólo es flor, no importa qué parte de ella estés mirando.

viernes, mayo 29, 2020

Hábitos.

Cada vez que me acuerdo, vengo a saludar.

No sé si es ritual, si es la memoria muscular, si soy yo misma imponiéndome algo. No importa, vengo igual. Dejo que las cosas fluyan. Dejo que lo que sea que siento en ese momento me guíe. Y si no, intento encontrar algo que me deje llevar un hilo.

Nunca se siente como forzar algo, eso sí. Supongo que siempre tengo algo que decir, lo quiera o no. ¿Cuándo no piensas?, me han preguntado. Cuando duermo, respondo. Y, cuando duermo, sueño, y esos sueños los manejo como si fueran arcilla. Cuando despierto, me pongo a pensar en los sueños que tuve y en las cosas que me pasan con ellos.

Me está yendo mejor con la prosa, creo. Las palabras por fin pasan de ser sólo un concepto en mi cabeza y se vuelven mías para mirarlas, para re-leerlas; mías para quererlas. Disfruto de las cosas bonitas sólo por ser bonitas, sólo porque me inflan el corazón. Todavía tengo que tomar fotos, pero al menos los videos me están quedando bonitos.

Y hago galletas, y mi pieza se ve linda. Siempre estuve ahí.

lunes, mayo 25, 2020

Let’s meet when the lilies bloom and say goodbye when they wither

(Sobre)vivir a base de serotonina musical, obsesiones y videos aesthetic de los sitios donde camino.

Emocionarse otra vez, sintiendo todo a flor de piel como si se retrocediera diez años.

Ay.

Gracias.

viernes, mayo 22, 2020

Y la mente se está acostumbrando a decirme...

¡Oye!






Aquí estoy.

lunes, abril 27, 2020

El ojo.

Cada vez que me acuerdo de este blog me pregunto qué Catie va a aparecer esta vez. ¿La inspirada? ¿La nostálgica? ¿La metódica? ¿La que quiere volver a la racha de escritura?

Después me doy cuenta que no importa, realmente. Que esto es sólo para mí.

Me dan ganas de desdoblarme y preguntarme, a ver qué chivas me doy a mí misma. Siento que lentamente voy encontrando un balance —libra, libra, libra— sin siquiera buscarlo, que creo que es a lo que uno tendría que tender. Si no, las cosas se ven un poquito forzadas.

No tecleo tanto ya, me cuesta darme estos tiempos, pero cuando lo hago todo vuelve súper fluido. Como agua, como brisa. Incluso si tengo las manos frías, como ahora.

Pero los momentitos están ahí. Cuando hago mi cama, cuando busco que mi pieza se vea bonita. Cuando miro el fondo de mi celular.

Diez años atrás me miraría y diría:

Wow.